29.9.10

Te vomito un 29-S


Son las seis de la mañana, las cinco en Canarias.

Buenos días, bienvenidos a ‘Hoy por Hoy’, es miércoles, 29 de septiembre, 29-S, séptima huelga general de la democracia en España”.

Extraña costumbre ésta de despertarse a las 6 de la mañana un día cualquiera. Pero es que, cuando llevas tanto tiempo encerrado escribiendo, ya no sabes cómo hacerlo, qué será mejor. Despertarse tarde y descansado, escribir por la noche hasta el alba, acostarse temprano y madrugar, tomarse una copa de vino, mantenerse abstemio… Todas las combinaciones se han probado. En la mesilla un libro de poemas de Lope, que he rescatado ya que se ha puesto de moda porque ahora Lope es guapo, y una carta del Ministerio del Interior. “Circular a 123 km/h en zona habilitada para hacerlo a 100 km/h. No acarrea retirada de puntos”.

Anoche me acosté con doce puñaladas. Y la sensación de que había pasado demasiado poco tiempo desde la última vez que me habían apuñalado.

Lo siento. Hice todo cuanto pude, pero ya no puedo aguantar más”. Cristina. Y sus lágrimas en mi hombro. Contenidas, necesarias. Alivio momentáneo de sus días insoportables. Demasiado tiempo ya. Doce puñaladas. Recibidas. “Tranquila, me tendréis siempre”.

Doce puñaladas que llevaba mucho tiempo esperando, pero que no por previsibles son menos dolorosas. Y otra vez lo de siempre, una familia rota, un fracaso, la tristeza, enorme. Fracaso por la desidia, la dejadez, el desinterés y, en definitiva, el desamor. Todo con “d”, como “Desmayarse”, como Lope, el guapo,

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso:

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso:

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño:

creer que el cielo en un infierno cabe;

dar la vida y el alma a un desengaño,

¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.”

Y la gente que andará con lo de siempre. Quién tiene la culpa y de qué lado estás. ¿Y por qué ha de tener alguien la culpa? Es más, ¿qué coño es eso de la culpa? Y posicionarme, ¿por qué me tengo que posicionar yo? No nos hagamos tanto daño.

La frescura y la sonrisa, mi sonrisa, andan de viaje y, claro, como hoy hay huelga pues no vuelven hasta mañana. Cristina. Y yo me cago en Ryanair y en los políticos, mediocres, y después me cago en la puta.

Me cuenta el frutero que no ha sacado a la calle los tomates ni las patatas porque “claro así puedo cerrar más fácil si vienen los piquetes. La última huelga me destrozaron toda la cristalera. Y yo que sólo quería trabajar”. Y dan ganas de vomitar.

Así que a uno no le queda más que escribir esto en la pared de uno mismo, con la tripa aún apuñalada y revuelta.

Ya está bien de hacernos tanto daño. Porque hay cosas que duelen mucho. Quien lo probó, lo sabe.

© Pedro Letai

2010

28.9.10

Si revuelves mis papeles


Escondida en mi ausencia, tu picardía me hará sonreír. Y no, hoy no escribí nada nuevo. Pero te pensé mucho. Te pensé mucho hoy. Disculpa que, con las palabras como única compañía, no lo supe escribir.

© Pedro Letai
2010

27.9.10

Tokio y el amor moderno


Tokio, imposible.

Copenhagen, no creo.

Doce horas en un instante,

fugaz destello,

duro y breve instante.

Inútil ya la queja,

improcedente tentación

del eterno perdedor,

promesa de nada,

derrotado aspirante.


Tokio, imposible.

Vengo haciendo inventario de

lugares propicios al amor.

Después encuentro la terminal de la nada,

salidas, llegadas,

vacío atroz.

Entonces el mundo

me inquieta,

se me hace inquietante,

me despierta inexistente sin ti.

Todo se extiende

detrás de tu sonrisa

y lo que ahí no cabe

(y yo quiero caber)

no vale ya para mi.


Corazones huecos,

abandonados.

Los escuchamos, olisqueamos,

usamos y después,

destrozados, inservibles,

los tiramos.

Amor moderno, derrotado,

negado a la verdad

de lo tierno

y sobrecogedor.

Muriendo siempre

en una esquina cobarde,

saldo vendido

de camino

a Ribera de Curtidores.

En la orilla

de lo serio y lo valiente,

escuchando las prisas, el ruido,

el espanto, la gente.

Los demás, los rumores.


Domingos para llorar,

Tokio, imposible.

Tedio, crepúsculo,

invierno

en cualquier parte

para los que se ven solos

cuando pasa la tarde.

Falda y capital de provincia,

pueblo perdido

que es tu biografía conmigo.

Mujer tranquila,

pistola en la mejilla

de tigresa y rubia platino,

como cuando soñabas y leías

lo que llamaban amor,

como cuando eras niña.

Las cosas no eran así,

eran mentiras.


Tu mano amada,

la encontré,

aquí me quedo.

Y que el mundo se extienda

de Tokio a Copenhagen,

de Buenos Aires hasta aquí,

inquietante, siniestro.


En ti me quedo

y nada de allí fuera importa,

sin embargo,

si es tu sonrisa

la que calla mi llanto.

Si es tu piel

mi colchón,

que hace de manto

de mi antiguo corazón,

luchador ensangrentado

que busca la verdad,

tus besos,

huir del espanto

y morir de placer

en tu boca

después del infinito dolor.

Después de tanto.

© Pedro Letai

2010



26.9.10

Al borde de ti


Ando porque andar me lleva hacia ti.


Me visto porque, cuando tienes frío, mi ropa calienta tu piel.


Como para tenerme en pie y poder abrazarte cuando llegues.


Bebo para olvidar todo aquello que pueda distraerme de ti.


Rompo cada día el calendario para que vuelvas antes.


Maldigo los relojes, fugaces a tu lado y eternos, exactos, en la distancia feroz.


Planeo un atraco y una huída compartida, para que nadie nos encuentre jamás.


Borro mis huellas y tu rastro a cada momento, porque esto es sólo cosa de dos.


Te recuerdo o decido inventarte, depende del día, para tenerte siempre conmigo, detenida.


Lloro porque, si te imagino lejos, lloro.


Vivo en fin al borde de ti pues, al asomarme al abismo, te veo sonreír.

© Pedro Letai

2010

23.9.10

Vida #101


Tú, que desde que me hice joven,

hace no tanto,

te acuestas en mi subconsciente cada noche.

Yo, que hace no tanto

te pensaba lejana,

deseada, invivible,

peligrosa, recordada.



Tú que amainas

todo aquello que me turba

y me desborda.

Yo que quiero ser

cada domingo

cuero de tus botas

y un fijo en tu boca.



Tú y tu vida,

que desde que me hice joven,

hace no tanto,

curasteis mis heridas

y me hicisteis sonreír.

Hacedme ahora hombre

al fin,

regaladmae vuestras ganas,

quedaos a vivir.



Quedaos un tiempo

que sean cien vidas,

como las que hasta ti viví.



Como esas cien vidas en las que,

hace no tanto y sin ti,

he vivido condenado a morir.


©Pedro Letai
Amsterdam, septiembre 2010.

18.9.10

Fue en un invierno contigo

En un abrazo sentí que en el mundo no había hambre ni guerras. Que yo tampoco necesitaba comer ni beber ni tumbarme a descansar. Que nadie llamaría, que nadie me necesitaba. Que con los ojos cerrados en ti podría vivir en ese abrazo hasta morir octogenario sin despegarme de tu lado. Y nada de eso fue un sueño. Lo vi. Se llamaba amor.


También vi la nieve arder y la lluvia subir al cielo. Vi tantas cosas abrazado a ti que cuando te marchaste no dudé en qué sería lo que vendría después.


No he vuelto a vivir un invierno como aquél. No ha vuelto la nieve a arder.


© Pedro Letai

2010

16.9.10

A mi me gustaría ser la última bala en tu cañón


Y llegar a casa empapado por una lluvia de septiembre.

Y comprar un Mac y un Channel del 5. Y regalártelos.


Y ser bajista en Supertramp.


Y confiar en ti.


Y que a los mendigos jamás les llegase el invierno.


Y hacer mi agosto en tu cintura.


Y reírnos en la cama.


Y escribirte un poema. Pero de verdad.


Y ser terraza de tus cervezas.


Y beber ginebra entre tus pecas. En copa de balón.


Y tener todos los discos de Clapton. Todos.


Y dormir sin despertador. Y despertar temprano.


Y conseguir que tus ojos se cerraran de placer.


Y mentirte, piadoso.


Y engordar un poco.


Y besarte por sorpresa aquella noche, la primera.


Y encontrarle un curro a mi amigo.


Y subirte la falda. Y bajarte las bragas.


Y mirar por el retrovisor. Y ver el horror. Horror pasado. No vuelvas.


Y que me llames cariño.


Y recitar como Salinas. Tocayo, admirado. Maestro.


Y haberme acostado con una pelirroja.


Y coleccionar relojes para mi padre. Siempre atrasados. Los relojes, él y yo.


Y tener un niño. Y que me diga papá.


Y que Ibiza fuera hace treinta años.


Y no mandar nunca. Y no prohibir.


Y no ser alcohólico. Y no disgustar a mi abuela.


Y tener una amiga con la que no me haya deseado.


Y que la convulsión me sorprenda creando algo para ti.


Y que el rocanrol no muera jamás.


Y dormir en tu casa. Desayunar con tus compañeras de piso, sonreírlas creyéndome triunfador.


Y que me devuelvas el alma.


Y resucitar.


Y Bob Dylan, claro.


Y tenerte, tenerte, tenerte.


Tenerte.

© Pedro Letai

2010

15.9.10

Decencia


Recuerda que, gracias a mi inquietud, tú vives y existes.


Con mis versos sales a la calle, llegas tarde a tus citas, enseñas pierna a los taxistas y apuras cafés en los cafés.


Desde mis sueños y pesadillas besas, te desvives, te vistes de preciosa lencería que siquiera tuviste que comprar y me hablas con asombrosa sensualidad.


Gracias a mis cartas de amor eres inédita y eres completa. Eres jueves y luego no necesariamente viernes. Tú, entre todas las mujeres imaginadas y por imaginar. Te regalé esa suerte.


En mis líneas eres actriz y luego golondrina, y siempre guapa y dispuesta. Vuelas y aterrizas las veces que yo quiero, pero jamás forzada, jamás dibujada en nada desagradable. Jamás pensada en medio de algo feo.


Recuerda todo eso y ten la decencia de quererme y desearme más aún de lo que yo pueda soñar, imaginar, idear. Escribir.

© Pedro Letai

2010

14.9.10

Gaviotas en cuatro estaciones


Las terrazas de verano,

las parejas malvividas,

el dolor,

los calendarios.

Según los días

se dibujan versos

para enrojecer

a la chica del 99,

que confía en su noventa

pero sufre con el diez que se le escapa.

Que se baja en Atocha siendo no tan rubia

y recibiendo algún golpe que es propina

y es infiel y es resaca tardía,

inmerecida, cruel.


La sinceridad te lleva

a confesar,

sastre de sentimientos,

una incomodidad

que es deseo

vestido a tu antojo para disimular

un corazón que escondes y no veo.

Vives miedo a hacerme daño,

tú, testigo invitado a mi fragilidad,

que apenas sabes cuál es mi fiesta

o si vengo de morir en vida,

tú, que te precipitas

al desengaño como fácil salida.


Se prologaba todo este silencio

¿te acuerdas ahora?

en los cuarteles

del invierno.

Cuando tú eras dulce,

cuando amabas,

cuando te querían,

cuando el amor y el sexo suave

dormían en tu cama.


Pero la vida gira

de repente

desatando en sus vueltas

calles que no ves,

ventanas que te desorientan.

No es el alcohol,

no temas.

Son gaviotas, amor,

gaviotas en primavera.


Y casi en el cielo

un beso perdido,

una oportunidad

de bailar efímero en tu cintura.

Cuando no sepas qué hacer

vente conmigo,

qué importa la locura.

La vida son

las cosas de verdad,

los riesgos, la altura,

y no lo de siempre,

no lo fingido y lo cobarde,

lo sencillo,

lo que siempre tiene cura.


Después la noche,

de perros, oscura.

Impone el insomnio

y mis miedos a una calle vacía,

vecina de tu armadura,

invencible, mentira.

Y lo que viene,

el temor, la duda.


Y todo lo que nos trajo

hasta aquí.

Tus pasos, el cine,

el ron más caro del lugar,

el otoño, la luna.

© Pedro Letai

2010

11.9.10

Martin Miller's®


Mi voz te desea

en vena.

Mi soledad se puebla

y ya no eres tú,

ya no es ayer,

reciente rubia.


Todo queda atrás

y comprendo que he vivido

de más.

De más y para eso hay que morir

mucho.

Y romperse los puños

y extrañarte

y sufrir

y llorar

y querer.


Comprendo que te he vivido

de principio a fin.

Agazapado, esperando

que mi corazón

sea tu nido

de naranja y limón,

mordiendo esperanzas

y acariciando sombras pasadas,

amores completos.


Te recogeré cuando salgas,

seré paciente, obstinado,

inconsistente.

Y todo lo que tú quieras

para cogerte de la mano

y, sin tú buscarlo, verte.


Aquello quizá

hubiese sido posible.

Cuatro hielos

durmiendo en ginebra

y nosotros y la lluvia

y los fantasmas.

Aquello.

© Pedro Letai

2010