29.4.11

Maneras de decir tiempo (Es raro porque ayer te recordaba)


Un caso sencillo,

un camino,

un jardín,

un poema.

Un cigarro y las palabras.

Y tú,

tu mirada.


Un caso sencillo,

doce cervezas más tarde,

es una isla desierta

de la que no puedes huir

porque solo tú

te persigues.

Y si nadie más te persigue

no hay lugar a donde puedas huir.


Un camino,

diez años después,

es una carretera alumbrada

y sin corazón.

Azul, inmensa,

atroz, enjaulada.

Gritona, idiota.


Un jardín

de palomas y rosas blancas

es ahora un extremo concreto

de mi barrio vendido

al desaliento y al comercio.

Al bebercio y al negociado.


Y un poema,

entonces vómito de amor adolescente.

Luego un folio adulto

y frío como el infierno

más caliente.


Caliente como el cigarro,

que en el olvido

es ceniza

de lo que una noche

sentí que te dije

y ya no recuerdo.


Las palabras,

siempre las palabras,

que ya no son las de los dieciséis

ni son perfectas

ni nupciales.

Que ya no caben

en los huecos.

Que ya no besan

en los portales.


Y tú, y todos nosotros

que hemos perdido ya el brillo.

Muchas tormentas,

tantos asuntos personales.


Tanto cansancio,

tanta carretera, tantas ciudades.


Tanto que ni recordar tu cara

es hoy ya un caso sencillo.

© Pedro Letai

2011

11.4.11

Marketing para inmaduros


El que vale vale y el que no, a Derecho”. E inmediatamente después mi madre a mis diecisiete pidiéndome que fuera al Rectorado de la Complutense a buscar información. Vi una peli de Tom Cruise y unos billetes salir de una cartera en un restaurante y decidí que iba a ser abogado. Los que llevaban corbata para mi eran abogados. La Complutense porque estaba más cerca de casa, aunque después un profesor amigo de la familia dijo que mejor la Autónoma. Pues a la Autónoma y te coges el tren. También decidió aquel profesor que yo iba a ser su yerno y me mandó a su hija la pequeña para que me asaltara en mi coche una madrugada cuando ya la dejaba en casa. Me contó que tenían una casa en la Sierra y que su madre cocinaba fenomenal. “Ya la conocerás”, me dijo, y ahí me acojoné. Tuve que desaparecer, tenía práctica, y no la vi hasta pasados unos años. La encontré una noche cualquiera y no me saludó, dolida. La siguiente vez que la vi sí que me saludó porque al parecer era amiga de la que por aquel entonces era mi prometida. Hoy no creo que me saludaran ninguna de las dos.


Así que un tren y muchas partidas de mus en la Facultad y mucho tiempo de no hacer nada. Ya nunca escribes, ya no vas al estadio, ya no te escapas a Euskadi en vacaciones. Y así cinco años, con el Romano a cuestas hasta tercero. Y un poco lo de siempre, dejarse barba, beber en vasos de plástico, ponerle pegatinas al coche, salir con alguna chica popular, marear la perdiz, afeitarte y ponerte a currar. Tuve un despacho para mi solo, con corbata y con una secretaria que me llamaba de usted cuando yo acababa de cumplir los veintitrés y todo el día gente mayor me decía lo que tenía que hacer. Un alivio. Después me despidieron. Otro alivio.


Pasó así un tiempo, después el engaño aquel del matrimonio y el despacho de abogados prestigioso. Y después la nada. Traté de rehacerme pedacito a pedacito y esquivar algunos delirios autodestructivos que me dieron aquí y allá, pero la vida del adulto inmaduro es muy difícil. Es muy duro saber qué hacer cuando, después de tanto tiempo, nadie te dice qué es lo que debes hacer.


Y lo demás pues más de lo de siempre. Tratar de sobrevivir a la ciudad y si eres republicano eres un rojo y si no un facha. Y el sábado no podemos cenar porque viene el Barça al Bernabéu. Y si quieres fumar salte a la calle. No, no sé quién es pero tuvimos sexo por chat porque somos amigos Facebook. Y los niños fines de semanas alternos y las vacaciones por mitad. Y en el cine las pelis en español. Y si tu chica se va de juerga con sus amigas haz lo mismo tú con los tuyos, que allí no pintas nada. Y cada día una guerra en el desayuno. Y los que llevan corbata siguen siendo abogados y el que vale vale y el que no, a Derecho. Y si no sabes qué decir, llama a los de marketing y ellos te dicen.


¿Y así, a parte de veranear en agosto y discutir con la familia en Nochebuena, cómo maduramos los inmaduros?

© Pedro Letai

2011

4.4.11

A ti que todos te llaman alcohol


A ti, a ti que todos te llaman alcohol te debo hace tiempo una copa que te debería romper en la cara.


A ti que tanta muerte y tanta lágrima siembras sin que nadie te eche la culpa. Y tanta a mi lado.


A ti que tanto te temo y que por eso te abandono y luego regreso y ahora te he dejado. A ti, lo sé, que me la tienes guardada para cuando menos me lo espere volver a darme el palo.


Tú, que me has hecho nocturno, mujeriego, impotente, pendenciero, golfo, faltón, guaja, vacilón, prepotente, violento, melancólico, llorón, insomne, perdedor.


Tú que me has vestido de mil personajes.


Tú que sin tener rostro siempre has estado invitado.


Tú que me has hecho tatuarme un tobillo, perder la cabeza, escribir de madrugada, olvidar por la mañana y pasar vergüenza en la resaca. Tú que me has regalado un mal cuerpo que pedía a gritos chupar banquillo.


A ti que ahora te disfrazas en los ojos de otros y me miras furioso y en sus bocas me detestas.


Tú que siempre apareces para arruinar mi fiesta.


A ti que ahora que te cierro mi puerta porque ya solo quiero hablar de amor no te basta y sigues siendo la excusa perfecta cuando vuelve a asomar el dolor.


A ti, tan poderoso y líquido como el miedo.


A ti, miedo al que todos los cobardes llamamos alcohol.

© Pedro Letai

2011