19.7.11

Silencio enamorado (I-VI)


En mi mundo genial

de las cosas que no existen

tú me quieres antes del amanecer

y tus manos buscan las mías

y me levantan contigo.


En mi mundo genial

de las cosas que no existen

tu boca aparece infinita,

constante.

Nuestro encuentro

nunca se interrumpe.


En mi mundo genial

de las cosas que no existen

no eres más bella

que cuando te conocí.

No quiero imaginarlo

por si algún matiz,

algún pliegue perfecto y nuestro

se perdiera en el limbo.


En mi mundo genial

de las cosas que no existen

nunca te marchas,

nunca te tengo que buscar

de vuelta

en cien vidas

y mil banderas.


En mi mundo genial

de las cosas que no existen

sobrevivo con tu tacto

y muero cuando despierto.


En mi mundo genial

de las cosas que no existen

siempre suena

una hermosa canción.

Sólo tú y yo la escuchamos.

© Pedro Letai

2011

15.7.11

Tan invisible


Si ella me olvida

y deja de quererme

creeré que muero.

Luego, con el tiempo,

dejaré de quererla

yo también

un poco,

y buscaré otra tierra,

otra mujer.


Otra mujer,

siempre otra mujer.


Aparecerá con un hombre

a la espalda

tapándole los ojos

allí donde la espero.


Otro hombre,

siempre otro hombre.


Solo las muchachas de barrio

saben buscar el amor eterno,

ese que dura tres años.


Los años,

siempre los años.


Y si te busco a ti

en el pozo del mundo

y en los sueños,

no solo en el fuego,

nunca te encontraré,

porque de siempre

te creí invisible.


Invisible,

tú siempre tan invisible

en todas mis guerras.


Pero lo único invisible

es el silencio.

Invisible solo es

la música en el aire.


Así que no me cuentes tu vida

ni me escuches.


Ámame.

© Pedro Letai
2011

11.7.11

Coney Island Baby


“But remember the princess who lived on the hill

Who loved you even though she knew you was wrong”

(Lou Reed, Coney Island Baby)


Pareces americano tú también.


Parece que te has quedado en los veintiuno, le respondí yo.


En mi cabeza los taxis ya no son amarillos, los edificios no rascan el cielo y ella no es tan guapa como en aquellas fotos que nos hacíamos en los noventa, cuando se parecía a la doctora de Choose me. Cuando yo escribía las letras con el corazón y no con el ordenador. No con esta amargura.


No te quedes con lo de la barba y la camisa de cuadros, le reproché. Ni con lo del coche grande y los giros de ciento ochenta grados en las calles sin mediana. Ya no somos eso, rubia. Ya han pasado muchas más cosas. Dan igual las botas o los discos de casa. Han pasado demasiadas cosas.


Claro, lo de aquella chica, ya lo sé.


Lo de aquella chica y muchas cosas más, Violeta, joder. La vida no es tan fácil como te la pintaban tus padres ni como nos parecía antes. La vida es Madrid y es así, como la ves ahora. Con ojeras, con bancos. Sin pasta.


Pero a mi me gustaba lo de antes, me insistía ella. El tú de antes. El romántico, el bohemio. El loco, si quieres. Al que no le importaban los bancos ni la pasta. El que me hablaba del más acá cuando yo me ponía pesada con el más allá. El que me metía mano a la primera de cambio.


Cuando me iba a ganar media sonrisa nos interrumpió un tipo al final de la barra declarándole su amor a la camarera. ‘Niña, ponme un Cardhu con hielo y, si no tienes, dos JB’s. Y nos vas trayendo ya los afiladores y la breva para que juguemos la partida’.


Muy americano.


Venga Viole, lávate esas lágrimas y vamos a ponerte una falda, que te llevo a cenar.


Y nos alejamos con tres o cuatro ¿te acuerdas? de esos que nos hacían reír y olvidarnos del resto. Parecía tan feliz cuando hablábamos del pasado que no quería apenas mirar hacia delante.


Mirar atrás para ella significaba seguridad y le ayudaba a olvidar lo peor de todo.


Cuando yo miraba hacia atrás sólo podía recordar a aquella chica, aquellos ojos y aquellos meses. Cuando aún escribía a mano y soñaba con ser Lou Reed.


Después aterrizó mi avión y llegó un ordenador, un móvil, dos coches, una hipoteca, una suegra, tres cuñadas, dos sobrinos, una deuda, otra muerte, tres camisas y unos zapatos.


Y ninguna carta del extranjero.


Difícil de llevar cuando no sabes dónde aparca ya tu felicidad ni dónde amanece aquel chaval que soñaba con ser un tipo libre.

© Pedro Letai

2011

2.7.11

Y dile que la echo de menos cuando aprieta el frío


A Itziar, que me trajo de vuelta a Neruda


Si pudiera verla se lo haría saber.


Que he visto desnudarse

de negro

a la vecina del tercero.


Que he sentido

que en mi camino

ahora estaba el nuestro.


Que he aprendido

lo que es una Gibson

y lo que no.


Que he cambiado de oficio

y de dirección.


Que la ciudad se ha teñido

de pasos de cebra.


Que he escrito un libro

en el que los pájaros

disparaban en abril

a noviembre.


Que yo quería ser Dylan

porque nadie sabe quién es.


Y es que lo que

el mundo entero sí sabe

es que siempre hay un poema no escrito,

que quizá sea este fragmento,

porque el poeta finge

hasta que llega el invierno

y la verdad.


Dile todo esto tú,

si en Isla Negra la ves

recordando tus

mil

y

una

odas.


Dile que vuelva a leérmelas

despacio en la cama,

una tras otra.


Porque en mi cama

el invierno ya duerme.


Y dile que la echo de menos

cuando aprieta el frío

© Pedro Letai

2011