30.9.11

Conversaciones sobre Joaquín Sabina para un soneto a cuatro manos


Me dices que quieres casar

nuestros versos,

y yo te digo que eso

es jugársela

a doble o nada,

porque ni a Joaquín ni a mi,

aunque vivamos enamorados,

nos gusta el matrimonio ya.


Intentas casar

nuestros versos

y no lo consigues.

No se hizo la miel

del maestro

para la boca del aprendiz.

No más intentonas.

Y no más bodas

como aquellas

de Mallorca.

La de Joaquín,

la mía.

Tantas mentiras piadosas.

Tantas malas compañías.


Si yo volviera

a hacer aquello

solo sería

contigo o, como mucho,

como una inútil

traición contra ti.


A Joaquín le dan

las diez

jugando a los versos

de catorce.

A mi me dan

las once

y las doce.

Y la una

y las dos

y las tres,

y no consigo

siquiera sentarme

en la sombra

de un bombín

que me queda ya

demasiado grande.


Tú has vivido

un verano entero

a medio camino

entre la nostalgia

y el recuerdo,

muy cerca de Joaquín.

Pero eso era antes.


Así que yo

me pongo digno

y te digo

que en tu presente

no cabe tu pasado.

Quema los barcos,

casi te suplico.

Suelta la cuerda

y empecemos de cero.


Tú me contestas

que llevas

todo el día

con las manos

escondidas

en los bolsillos,

porque ayer

en la 2 de mayo

arrancaste de cuajo

todo lo que habías sido,

y eso duele.


Como en

Just like a woman,

me haces perder pie

y tu metáfora

me empuja

y me tira

a media mañana

por la escalera

del amor sin careta.


Te pregunto

yo entonces

cuánto vale

ese verso tuyo

para empeñarlo

al mejor impostor,

que antes era yo.


Pediré a cambio

un cuaderno

en blanco

donde quepan

todos los poemas

que voy a escribir

para ti.


Y es que

es tan fácil.

Llegas y el otoño

no huele como antes.

Las lágrimas

no recuerdan

otras bocas,

son de emoción.

Las ojeras

no salen

de una oficina

o de un bar.

Son noches enteras

haciéndote el amor.


Entonces llego yo

y escribo este poema

rompiéndome la cara,

rompiendo con todo.


Mi futuro se escribe

con tu letra.

Mi pasado ya

no anda

por aquí.

Atrévete a pensar

en lo que significa

el verbo

nosotros.

Y llévame

contigo

al baile,

antes

de cualquier boda.

© Pedro Letai

2011

27.9.11

La desbandada


Vivo estos días

rondando la puerta

de tu casa.

Vivo contando

las monedas

para hacer esa llamada

que me pides

que no te haga.

Ya no sé a qué mirar

ni dónde permanecer.

Se nos ha enredado

el amor

y yo ya no sé

qué lugar habitar

para pasar mejor

las turbulencias.

No sé por qué

nuestros cuerpos

de ayer

no sobreviven hoy,

después de tantas cosas

juntos.

Ya no sé

ni si soy Pedro Letai,

porque ya sabes

que eso

siempre lo he sido

pegado a ti.

Ya no sé

qué dijo quién,

ni quién dijo

que dijo quién.


Ya sabes

que empleo

la nostalgia

porque esto es serio.

Ya sabes

que si no estás

ahora no hay nada.

Ya sabes

que no hemos jugado

a esto

otras veces.

Y eso me preocupa.

Ya sabes

que nos jugamos

que no vuelva

a ser así.


Ya sabes

que si soy

Pedro Letai

entonces tú

también lo eres,

y has de estar

a mi lado.


Ya sabes

que siempre hemos sido

dos pájaros

bajo el mismo tiro,

nunca en desbandada.


Ya sabes

que vivo estos días

rondando la puerta

de tu casa.


Ya sabes

que siempre

lo que quieras,

chaval.

© Pedro Letai

2011

26.9.11

Poema nº 5 (Lo que me decís y lo que os digo yo)


Dicen que el domingo

en la última escena

te colarás por mi ventana.

Y yo digo ya veremos.

Dicen que eres un diamante

y yo digo que quiero ser

tu robo.

Dicen que tu boca

es un puñal,

y yo que entonces

te quiero culpable de mi crimen.

Dicen que tenga cuidado

y yo digo gracias,

lo tendré.


Dicen que del mar

a tu casa

solo hay un camino.

Me da igual, será nuestro.

Siempre ha sido nuestro

y ninguno

lo sabíais.

Remaré, nadaré.

Te escribiré poemas

con tanta sangre

que flotaremos

eternos

en el agua.


Dicen que he vivido

veinticinco vidas

abandonándome

y yo les digo

que es verdad,

se acabó.

No más quemaduras,

no más mentiras hermosas.


Dicen que en agosto

preguntabas por mi.

También dicen que Dylan

andaba suelto por aquí.


¿Y tú?


Tú me pides que te dé

unos días de cariño,

nada más.

Y eso no,

rubia mía.

Eso no te lo voy a dar.


Yo, que te lo doy

todo,

eso no te lo voy a dar.


Ven a vivir conmigo,

haz que en tu cintura

tiemble mi cuerpo.

Haz que estas llaves

ya no abran y cierren

solo una prisión

y hazte rehén de mi vida,

recompensa

de todo

lo que quieras,

de lo que no me quieras,

y de lo que tarde o temprano

ya nadie nos diga.


Eso, yo que te lo doy

todo,

te lo he dado ya.

© Pedro Letai

2011

22.9.11

Las plazas están vacías


Contigo se fueron

el frío

y mis lágrimas vencidas.

Llegaste con fuego.


Dejaste una vela

en aquella plaza

que eran todas las plazas,

ventanas entreabiertas

al calor

donde ya nadie

hablaría de nosotros.


Te llevé conmigo

allí donde te pensé.

Soñé con tus labios

a la luz

de Madrid

y de Ámsterdam.

Te escuché

en Santander y en Rota.

Fuiste mis ojos

en cada isla

a la que fui

a naufragar.


Después del verano fatal

tu vela,

aún encendida,

no volvió

a preguntar por mi.

La vida

ya era tarde.


Ahora que te has bebido

mi sombra de cera

muero en los sitios

donde llevé tu recuerdo.

Muero al mismo tiempo

en el amanecer de un Madrid

que es Ámsterdam,

y en el mar de Santander.

Y en la bahía de Rota,

y en el salitre de cada playa.


Al volver

de morir en cinco vidas

vi que

todas las plazas,

a media tarde,

se habían quedado vacías.


En los puertos hoy

el mar se despierta

negro,

y solo

un barco delicado

zarpa a la deriva.


Seguramente,

si lo piensas,

soy yo.

© Pedro Letai

2011

14.9.11

Ahora que la calle también trae tu derrota


Si ya no sales a la calle

para no ser juzgada

por los ojos de otros,

si otros pintan tus paredes

con historias

que no caben en sus vidas negras,

no tengas miedo.


No tengas miedo

y mira a tu alrededor.

Domina tú

el silencio

de tus madrugadas.

Que cualquiera

de tus pisadas

sea la primera

de todas las demás.


De un lado

verás

el vértigo

de lo que termina

y la locura

de lo que vuelve a empezar.

Del otro,

la luz inalcanzable

y esa oscura sed.

No tengas miedo

al silencio de siempre.


La calle que incendiamos

al besarnos de puntillas

murmura cansada,

yo escribo

que cada noche vuelves

a donde nunca estuviste,

y brindamos

con gasolina

sobre el ataúd de tu ausencia.


La calle también ha sido

los años después de ti,

y el cine

y los libros y perder.

Y las mil veces que soñé

con hacerte el amor,

y con que todo fuera

mucho más fácil.

No tengas miedo.

Recuerdo todos aquellos días

en que me decías

que llamarías.


Yo esperaba.


No temas ahora tú

por tu hermoso fracaso.

© Pedro Letai

2011

5.9.11

Cuando una luz naranja entró por mi ventana


Mi barrio sigue sonando a domingo.

Tú aún te me escapas tras los eclipses.

La normalidad es solo una conspiración

(encubrimos una revolución sentimental).

Necesito otra vida entera para perpetrar un atraco en tus pupilas.

Todo empieza y acaba con una canción de Van Morrison, como aquella vez.

Tu voz está rota.

Y mi corazón, desde hace tanto.


Y llegó ayer

y nada de eso

es ya lo de siempre,

lo de antes,

aunque cuando me acosté en tu piel

todo parecía igual,

porque yo,

en mi silencio,

ya te había soñado.


Después del vino viene el whisky, al que tú llamas siempre ron.

Mi risa te contagia equivocada.

Me enamoro de ti cuando me tocas descalza.

Ámsterdam son nuestros dos tranvías cruzándose.

Los miedos del pasado no se curan.

Ni nos consuelan.

Tus piernas se alejan, tarde o temprano.

Y yo las miro.

El verano acaba veinte noches antes de que acabe el verano.

Por si acaso, no dejes de llamar.


Pero entrada la mañana,

sonámbulo,

adiviné una luz

distinta

en tu reflejo desnudo.


Una luz naranja

bajo la que existíamos y,

cegados,

de pronto

me besaste.


Y lo de siempre

y yo

perdimos el sentido.

© Pedro Letai

2011

2.9.11

Sobre el asfalto helado de una inmensa ciudad


Sigo escribiendo sobre

los fantasmas de siempre.

No leo en Internet

ni reparo en los escaparates

o las verbenas de verano.

No soy más elegante

ni la ropa me queda mejor,

aunque los camareros

ya no me conozcan,

ahora que Ángel González

ya no está.


Con una tristeza

de la que un mapa

tendría provincias,

ahorcándome en un vaso

de lo contrario sin lo mismo

cada uno de los días

de mi vida.

Viendo cómo todo

convive lejano

o transformado

desde hace algún tiempo,

ahora que Ángel González

ya no está.


No amamos

como cuando éramos amantes.

Luisa ya no es distinta

de las otras chicas,

y tan siquiera

el culo de Merce

es el de aquella playa del Norte,

cuando todos éramos

tan jóvenes.

Nada se parece a nosotros,

ahora que Ángel González

ya no está.


Me siento a la mesa

de la vida

como arena del desierto

sobre el asfalto helado

de una inmensa ciudad.

Extranjero y vacío,

sin nada dulce

que echarme a la boca.

Hecho trizas,

ahora que Ángel González

ya no está.


© Pedro Letai

2011