24.10.11

Boston es verde, los cocodrilos no saben leer y yo tengo un millón de dólares


Cualquier cosa

me salvaría,

ahí mismo,

en esta tarde ajena,

en la que el cielo

de Boston

siempre

invita

a soñar,

bajo

la sombra

de los gigantes,

mientras me escupe

tu olvido a la cara

como trozos

de un cocodrilo verde.


Dime, ¿por qué?

¿Porque tus labios

la primera noche

eran rojos?

¿Porque mi vida

tuvo escenas

que solo podían

ser azules?

¿Porque hay ciudades

que solo pueden

ser blancas,

aunque la nieve

pisoteada sea después

negra,

y se haga más esclava

de la tierra

que del cielo?


He encontrado

en mis bolsillos

un millón

de dólares

en monedas de Euro.

¿Y de qué me sirve?

¿Y por qué decir aleluya

cuando no significa nada?

¿Y por qué mi boca te espera,

mi alma te espera,

y tú no llegas?


¿Y por qué cuando viajo

veo brillar

el silencio

en las campanas?

¿Y por qué escucho

el sonido

de poemas escritos

en páginas en blanco

sobre tus ojos de ausencia?

¿Y por qué siento

tu lengua

desnuda

ante el agua inmóvil

de los manantiales?


Porque vivo para entender

que los soldados

solo lloran

por la noche.

Porque leo las historias

de lo que nunca

existió.

Porque la nieve

está vacía

y mi corazón

es el de una estatua.

Porque mi ascensor

se cierra

antes de decirte

te quiero

y los vendedores

de rosas

me han cerrado

ambulantes

las puertas

que nunca tuvieron.


Quemo, rompo

el diccionario

para buscar

las respuestas

e inventar

palabras para ti.

Palabras nuestras,

monosílabos

como todoelrato,

como acadapaso,

como encadaesquina,

como parasiempre.


Palabras que no escuchas,

no.

Porque Madrid

está muy lejos,

y allí

los cocodrilos

no saben leer.


Y la pregunta

de mi inservible

millón

de dólares.


¿Por qué era

tu delicadeza

tan distinta

a lo que luego

siempre me toca

encontrar?


Nolocomprendo.

© Pedro Letai

2011

23.10.11

Amo y robo


Dice Luis García Montero

que si la vida te maltrata

te acuerdes de mi.

Y por eso

yo te escribí un agosto

de cicatrices

recién estrenadas

que no te olvidaras

del amor,

y que tampoco

te olvidaras de mi.


Dice Vicente Huidobro

que estamos cosidos

por la misma música

tendida,

y así yo te susurré

bajo las estrellas

de un noviembre

bebido

que acabaríamos

bailando

la misma canción.


Dice Ezra Pound

que saliste

de la noche

con flores en las manos.

Y yo solo te pido

todas tus noches

de la mano,

y te doy a cambio

mi vida y mis flores.


Dice José Manuel

Caballero Bonald

que apenas sí eres cierta

en esta oscuridad

que la distancia pone

entre tu cuerpo

y el mío.

Y yo recuerdo

esa distancia,

que conocí de memoria

buscando entre poemas

el atajo perfecto

de mi oscuridad

a tu cuerpo.


Dice mi adorado

Rafael Alberti

que esta mañana, amor,

tenemos veinte años.

Y yo te digo,

como Gil de Biedma,

que de casi todo

hace ya veinte años.

Hasta que llegas tú.


Dice T.S. Eliot

vamos tú y yo,

a la hora

en que la tarde

se extiende

sobre el cielo.

Ven conmigo,

te ofrezco yo.

Ven conmigo

y cuéntame

qué hacías

cuando estabas lejos,

mientras encendías

cada tarde

luces que mis sombras

no querían apagar.


Dice Jorge Luis Borges

que me darás esa orilla

de tu vida

que tú misma no tienes.

Dámela y no la recuperes,

te suplico yo.

Y no puedas vivir sin el amor.

Y no puedas

vivir sin mi.


Dice Leonard Cohen

tal vez de algunas cosas

me arrepienta,

pero no me avergüenzo

de ninguna.


Y yo tampoco

me avergüenzo

ni me arrepiento.

Y eso que amo y robo.


Amo y robo

de todos ellos

y a todos ellos.


Mis labios

se acercan

como lobos

sedientos

a beberse su copa

y dejarles secos.


Pero mis labios,

desde antes

de todo aquello,

ya sabían a vodka.


Será que

ya en otra vida

bebíamos de

los mismos sueños,

nos dormíamos

en los mismos versos,

nos rendíamos

en los mismos intentos.


Será que

ya en otra vida

te pensábamos

con las mismas

ganas de tenerte.


Amo y robo.


Les amo y te robo.

Te amo y les robo.

Te robo y les amo.


Será que

ya en otra vida

todos queríamos escribir

que

al final del poema

tú te quedabas

conmigo.


Les robo

y

te

amo.

© Pedro Letai

2011

10.10.11

1/A.B.


Vive mi ciudad

una lentitud deprimida,

la realidad vacía

tras entender

que todo es ya

temporal.

El contrato

es temporal.

La juventud

es temporal.

El amor eterno

es temporal.


Y lo contrario

de todo eso,

eres tú.


Los pacifistas

afilan sus cuchillos.

Los corazones

de hierro

lloran cristales

fundidos.

Los políticos

roban

los trajes

que esconden

sus vicios.

Los mercados

nos quitan

las ganas de comer.


Y lo contrario

de todo eso,

eres tú.


Nadie desentierra

a Lorca.

Nadie nos devuelve

el honor,

el respeto,

para no volver a ver

aquel hilo tenso

que atraviesa

el corazón

de todos los niños

pobres.


Los que hablan

de pasar página

solo pretenden

arrancarlas

de cuajo

del libro

del pasado,

la verdad.

Los que hablan

de rencor,

olvidan que

más duele

tener memoria.


Y lo contrario

de todo eso,

eres tú.


Perder a un amigo

es cuestión de tiempo.

Salir de viaje

no es más

que volver

con la misma bolsa,

la ropa sucia,

y los recuerdos

envueltos

en absurdos papeles

de regalo para otro.


Y lo contrario

de todo eso,

eres tú.


Nadie escribe

un poema

a la Gran Vía.

(Yo,

ni lo pienso

intentar).

Nadie dibuja

una rima

mientras la recorre,

pisando la dudosa luz

de cada día.


En la Gran Vía

ya nunca nieva.

Nadie se besa.

Todos tenemos prisa.


Y lo contrario

de todo eso,

eres tú.


Qué difícil

va siendo

ser feliz.


Qué difícil

va siendo

amanecer separados.


Qué difícil sería

vivir lo contrario

de lo que eres tú.


Qué maravilla

es vivirte,

para contarlo.

© Pedro Letai

2011

5.10.11

Tras unos días lluviosos


Leyendo a Raymond Carver

junto a la autopista

me da la impresión

de que no he hecho

otra cosa

en los días de mi vida.

Es así, tan sencillo.


Me siento en el suelo

y escucho lo triste

que es

el silencio sin ti.

Y finjo por una vez

que es verdad

lo que es verdad.


Sigo las luces

de los coches,

que me alejan

de ti

tras unos días

lluviosos.

Y veo la luna

reflejada

en los perros perdidos.


No encuentro ya

aquel túnel,

que unía tu corazón

con mis ruidos

bajo algún lugar

muy frío

que nosotros

calentamos.


Todo lo que

alguna vez

ha ocurrido

ha ocurrido

ya para siempre,

pero aquel invierno

de tu mano

me parece ya

una casa abandonada

o un incendio antiguo.


Que me sigue quemando

bajo los paisajes

de hielo,

etcétera.

© Pedro Letai

2011