24.2.11

Santa Ana



Yo también he sido un Judas, Santa Ana. Un Judas que se prometió vivir a su manera, vestirse a su manera y sentir a su manera. Pero en cuanto lo empecé a pasar mal, mal de verdad, cuando me acosaban los miedos y los temores, me marché de aquí y me vendí. Y acabé en Santiago de Chile.

Allí el cielo no se ve igual. Hay días en los que apenas se distingue el gris y el azul y todo se convierte en una gran masa plomiza que nubla el sentido y acorrala el ánimo.

Pero yo aprendí a mirar el cielo aquí, Santa Ana. Donde ahora me enfrento a mis recuerdos y recuerdo que la traición, incluso la más inocente, tiene un precio y un despoje. Una vergüenza que debes pagar para recuperarte a ti mismo.

Y miro aquí el cielo y lo miraré mañana, porque aquí esta mi sitio y aquí me quedo. Aquí donde aprendí que más vale una canción de amor que cualquier negociación. Donde ahora aprendo que más vale una vida con ella que mil en la perdición. En esta plaza en la que el vuelo del ángel y el del jazz se escriben en femenino. En esta plaza, Santa Ana, donde aprendí que mi cielo es el tuyo.

En esta plaza donde yo aprendí a mirar el cielo y donde, dos años después de mi huída y mi dolor, aprendo ahora a poner los pies sobre la tierra.

Otro amigo se fue a Santiago a pasar el Fin de Año y ahí sigue. Otro Judas, Santa Ana, al que tú sabrás perdonar, cuando vuelva.

Su tardanza, como tú, tiene nombre de mujer.

Como tú y como casi todas las cosas que en la vida merecen la pena.

©Pedro Letai

2011

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