15.2.12

24 horas en 160 caracteres


Por la mañana

recuerdo el sueño de anoche:

Norman Mailer

no tenía orejas

y yo corría y corría,

pero al despertarme

todo está donde lo dejamos

y la escena me trae

la penúltima lucha.

La luz del sol prendida

en las paredes

del salón

y nuestros cadáveres

tramando su cura

bajo sábanas que cubren

un solo cuerpo.


Extraño hace días esa lluvia

que te hacía leerme

en el sofá.

-Si un día de lluvia

te hace leer mis libros,

-te dije al conocerte-

entonces te deseo una tormenta

larga y hermosa.


A mediodía siento

que todos sabemos el nombre

de aquellos que nos delatarían

en una guerra;

el lugar que ocuparíamos

si el mundo se dividiese

entre oficiales

y soldados.


Yo solo quiero estar contigo,

pensar en ti

en cada batalla,

como Javier Marías.


Por la tarde escribo

que cada vez hay menos fronteras,

o eso dicen.

Pero son más altos los muros,

o eso pienso yo.


Luego tu WhatsApp,

un crochet de izquierda:

Hoy no nos veremos,

quizás mañana.

Quizás siempre.”


Te llamo y me cuelgas.

Hoy no nos veremos,

quizás mañana.

Quizás siempre.


No he necesitado noches de cárcel

para tramar enormes venganzas

por insultos menores,

así que al reflejo de la luna

contraataco con un SMS

que pretende ser

la imitación verosímil

de una victoria:


Dentro de este poema eres real,

fuera solo eres tinta.

Si yo te llamo existes

como el océano al fondo,

como el rugido del tigre.

Si cuelgas no eres más

que un número vacío.”


Y puedo sentir

ya de madrugada

tu sonrisa desenfocada

entre cervezas extranjeras

al descubrirme en tu bolso.


Otro amanecer

para soñarte y volar,

y en pleno aleteo

besar en tus labios

el sabor de vuelta a casa

y de alegría.


Llegará otro día

y más mensajes.


Porque quererte

es también pelear

cada metro

de lo nuestro.


Porque quererte

es también

inventarte cada día.

© Pedro Letai

2012

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