8.10.12
Diez preguntas para Don Draper
10.9.12
En tu boca llovían cuchillos
17.8.12
Qué extraño
De ti extraño
22.3.12
Tenía tantas cosas que decirte
Vi los tranvías azules
junto a las casas rojas
y el cielo gris
mezclado con el agua
de los canales.
Y aún así
nada era tan hermoso como tú.
Tenía tantas cosas que decirte.
Vi calles que se llaman Manhattan,
vi Budapest, la nieve sobre mi barrio,
las chicas más guapas
del otro lado del río.
Nada de eso importaba
si no llegabas tú.
Tenía tantas cosas que decirte.
Supe que mi única patria
debía ser nuestra verdad,
que nuestra playa sería el borde
del silencio.
Que las mañanas de aquellas noches felices
no eran más que las manos de mi cadáver.
Que si no alcanzaban tus besos
mis labios serían óxido
buscando el dulce de tu fiesta.
Tenía tantas cosas que decirte.
Aquella noche,
cuando llegaste,
yo tenía tantas cosas que decirte
que sentí que en mis poemas
ya había escrito tu vida entera.
Y que la mía
empezaba ahora,
y la pintarías tú.
29.2.12
Una visita a Caballero Bonald
Y por supuesto, los libros
rodeándonos,
el tren parado
en la última estación del invierno
teñido
por nuestros días de luz,
y el mundo que no ha aprendido
a cambiar ante la violencia constante,
empeñado en esquivar la incertidumbre.
José Manuel
Caballero Bonald me habla
de aquellas copas
en busca de otro bar
con Claudio Rodríguez
-el poeta más realista-, José Ángel Valente,
Carlos Barral, Ángel González -el más bebedor-,
Jaime Gil de Biedma,
y me cuenta una visita a Segovia
junto a Rafael Alberti,
y cómo no le volvió a ver.
Los trucos para escribir las décimas,
los años que pasan entre libro y libro,
las tascas de la calle Ballesta,
las librerías de Moyano,
las primeras ediciones
de aquellos versos en el exilio
que traían su acento del Sur.
Unas horas
más tarde,
al volver a casa
entre algo que debe de ser la noche,
recuerdo aquellas últimas palabras
del poeta ante su poema final:
ahí está todo.
Si yo he hecho algo
que valga la pena-
me dice quien escribió
La noche no tiene paredes-,
debe de estar por ahí, entre estas
que son ya mis últimas páginas.
Su consejo: cuida el lenguaje,
llénate de él,
comprométete ante la vileza
de los tiempos.
Y pienso en un poema
lleno de leones que flotan
y cruzan el mar
mezcla de estrella y viento.
Y vuelve ante mí,
inmóvil,
la sombra del enorme poeta
del 50 en su mecedora:
aquí está todo lo que yo tengo,
todo lo que yo soy.
© Pedro Letai
2012
15.2.12
24 horas en 160 caracteres
Por la mañana
recuerdo el sueño de anoche:
Norman Mailer
no tenía orejas
y yo corría y corría,
pero al despertarme
todo está donde lo dejamos
y la escena me trae
la penúltima lucha.
La luz del sol prendida
en las paredes
del salón
y nuestros cadáveres
tramando su cura
bajo sábanas que cubren
un solo cuerpo.
Extraño hace días esa lluvia
que te hacía leerme
en el sofá.
-Si un día de lluvia
te hace leer mis libros,
-te dije al conocerte-
entonces te deseo una tormenta
larga y hermosa.
A mediodía siento
que todos sabemos el nombre
de aquellos que nos delatarían
en una guerra;
el lugar que ocuparíamos
si el mundo se dividiese
entre oficiales
y soldados.
Yo solo quiero estar contigo,
pensar en ti
en cada batalla,
como Javier Marías.
Por la tarde escribo
que cada vez hay menos fronteras,
o eso dicen.
Pero son más altos los muros,
o eso pienso yo.
Luego tu WhatsApp,
un crochet de izquierda:
“Hoy no nos veremos,
quizás mañana.
Quizás siempre.”
Te llamo y me cuelgas.
Hoy no nos veremos,
quizás mañana.
Quizás siempre.
No he necesitado noches de cárcel
para tramar enormes venganzas
por insultos menores,
así que al reflejo de la luna
contraataco con un SMS
que pretende ser
la imitación verosímil
de una victoria:
“Dentro de este poema eres real,
fuera solo eres tinta.
Si yo te llamo existes
como el océano al fondo,
como el rugido del tigre.
Si cuelgas no eres más
que un número vacío.”
Y puedo sentir
ya de madrugada
tu sonrisa desenfocada
entre cervezas extranjeras
al descubrirme en tu bolso.
Otro amanecer
para soñarte y volar,
y en pleno aleteo
besar en tus labios
el sabor de vuelta a casa
y de alegría.
Llegará otro día
y más mensajes.
Porque quererte
es también pelear
cada metro
de lo nuestro.
Porque quererte
es también
inventarte cada día.
© Pedro Letai
2012
2.2.12
Entrevidas
I
tu
vida
nace de un océano suave y en sombra
y después eres ojos
ojos con sueños
mañanas que empiezan
con ventanas que se encienden
y un cielo que las apaga
días que para mi
eran poemas
la palabra más dulce
las tormentas
que no pude
entender ni olvidar
los domingos
las madrugadas
las calles frías
los letreros luminosos
las sombras
la luna
los coches usados
la sensación de que hay días
más cortos
que otros
la radio
el humo
y las cosas extrañas
II
y al final estás solo
solo cuando ves
una estrella caer
solo cuando duermes
solo cuando ves el abismo
y otra vez el frío
solo quitándote un anillo
solo en el sonido cálido
y verde
de las palmeras
solo acariciando un animal
III
yo tenía un sueño
yo quise crecer
junto a una autopista
y tener una mujer
y escribirle poemas
y tener un balcón
y decirle
yo solo he venido hasta aquí
para quererte
pero al otro lado del cielo
de la luna
de lo sublime
están las fábricas
y otra vez el frío
los cristales rotos
los aeropuertos
talando vidas
dejándolas vacías
los pájaros que aguardan
el ángel de la noche
los que buscan palabras
que haya dicho un dios
mis padres
y otra vez el frío implacable
que producen las estatuas
IV
a veces reíamos en cualquier merendero
de cómo sería ser de derechas
en un tren con billete
pagado en pesetas
en el bar a punto de cerrar
en una habitación compartida
en todo lo que al final
es un corazón atravesando
el tuyo
a ti que Dante te dio el nombre
con esa rosa en tu cuerpo
que es lo que jamás tendré
por siempre
yo que quise que fueras
mi mujer
por siempre
porque ninguna fue más mujer
porque a ninguna
la quise más mía
porque todo se termina
el alcohol
las amantes inoportunas
las carreteras
todo
V
mi mano
ya no te escribe
sigue el calor
en la noche de verano
siguen los bares
de extrarradio
sigue el sonido dulce
del agua dulce
y las canciones en la radio
y sigue la rosa en tu cuerpo
la rosa de Rilke
se quedan solos mis versos
y al final estás solo
solo cuando mueres
rimando tristeza
y soledad
el último soneto
yéndote
dejando los ojos
ajenos
en lágrimas
que recuerdan
lo que nunca fuiste
ni quisiste ser
cerrando
y llevándote
los ojos propios
llenos aún de
ganas de ser
tantas cosas
que no fueron
tu
vida.
© Pedro Letai
2012