A mis treinta podré escribir
del amor y del exilio.
De mi miedo al fuego
y a la soledad en la noche.
Podré escribir
que conocí un matrimonio
y mil divorcios.
Que renegué de las mayúsculas
impuestas por otros.
Que ya no creo
en lo que no entiendo,
ni en el más allá.
Que me desperté
cuando todos los pájaros
habían volado
de mis poemas.
Mucho más allá.
A mis treinta podré hablar
como hablan los que tienen treinta,
pero todo será igual.
Igual de ausente cuando por la tarde
escuche música
o paseemos por la orilla.
Igual de desnudo cada noche
en la memoria.
Igual de disfrazado al salir
cada mañana al día.
Podré escribir,
como escriben los que tienen treinta,
que nadie pudo con nuestra verdad.
Que cuando pides silencio
ofreces a cambio una mentira.
Que lo que no hayas soñado
nunca estará en tus espejos.
Así que serán importantes
mis treinta.
Pero a mis treinta,
igual que ahora,
necesitaré que te quedes conmigo.
Y que tu escalera
me enseñe la luna.
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