A Benjamín Prado, que me enseñó que ser poeta es una forma de vivir.
Si me paseo descalzo
por la orilla
del Sardinero
veo a lo lejos
la cometa de Gerardo Diego,
anunciando la primavera
con su sonrisa alta y en punta.
Cuando viajo a por discos
de los Stones
ya no me espera
aquella preciosidad,
que me olvidó demasiado pronto,
pero en mi maleta
me llevo el ripio
que me escribió
el puro Guillén.
Cuando vayas a Londres,
no te atolondres.
Mi voz es el amor
que le deben mis versos
a Salinas
y mis dedos para tocarte
los pinta Dalí,
y te tocan
junto al páramo y al panal,
como le escribió Neruda
a Alberti.
Rafael, ángel de melena marinera
y sílabas azules.
Cuelgo mi chaqueta
junto a las varias de Aleixandre,
burgués de Nobel
con olor a desierto.
Desierto madrileño
es mi agosto sin Cernuda,
que cena en Méjico
entre Altolaguirres
a la brisa de Octavio
y de la Paz mentirosa
y triste.
Paz de todos ellos,
rota por un monstruo con pistola
que no dejó un verso
en cuatro décadas
pero nos quitó
los versos y las décadas
de una generación.
Y los romances
de voz cautiva
en los Prados de Emilio.
Vivo en el barrio
de todos ellos,
que son mi
alimento
y mi diario
de poeta
recién enamorado.
Vivo donde todos
los muchachos
deberíamos soñar,
esperando cada noche
a que nos digan
que Federico aún vive
donde quiere,
en la esquina
de nuestros delirios.
© Pedro Letai
2011
Magistral, Pedro.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Completamente de acuerdo con Lidia.
ResponderEliminarOtro
Muchas gracias a las dos y, sobre todo, gracias por escribir aquí en el blog, que es donde se debería escribir y nadie lo hace... Me ha hecho una gran ilusión.
ResponderEliminarEl sentimiento es mutuo. A mi poema vosotras también le parecéis magistrales.
Dos besos.
Me gustan mucho tus poemas, Pedro. Ha sido una gran suerte encontrar tu blog. Enhorabuena y muchas gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti, Eduardo. Un placer tenerte por aquí. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminar