Sigo escribiendo sobre
los fantasmas de siempre.
No leo en Internet
ni reparo en los escaparates
o las verbenas de verano.
No soy más elegante
ni la ropa me queda mejor,
aunque los camareros
ya no me conozcan,
ahora que Ángel González
ya no está.
Con una tristeza
de la que un mapa
tendría provincias,
ahorcándome en un vaso
de lo contrario sin lo mismo
cada uno de los días
de mi vida.
Viendo cómo todo
convive lejano
o transformado
desde hace algún tiempo,
ahora que Ángel González
ya no está.
No amamos
como cuando éramos amantes.
Luisa ya no es distinta
de las otras chicas,
y tan siquiera
el culo de Merce
es el de aquella playa del Norte,
cuando todos éramos
tan jóvenes.
Nada se parece a nosotros,
ahora que Ángel González
ya no está.
Me siento a la mesa
de la vida
como arena del desierto
sobre el asfalto helado
de una inmensa ciudad.
Extranjero y vacío,
sin nada dulce
que echarme a la boca.
Hecho trizas,
ahora que Ángel González
ya no está.
Muchas gracias por recordar al ángel que dio clor, aroma y vida a la palabra ÁNGEL.
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo y por acordarte también de él... Se le echa mucho de menos, sí. Un beso.
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