Mi barrio sigue sonando a domingo.
Tú aún te me escapas tras los eclipses.
La normalidad es solo una conspiración
(encubrimos una revolución sentimental).
Necesito otra vida entera para perpetrar un atraco en tus pupilas.
Todo empieza y acaba con una canción de Van Morrison, como aquella vez.
Tu voz está rota.
Y mi corazón, desde hace tanto.
Y llegó ayer
y nada de eso
es ya lo de siempre,
lo de antes,
aunque cuando me acosté en tu piel
todo parecía igual,
porque yo,
en mi silencio,
ya te había soñado.
Después del vino viene el whisky, al que tú llamas siempre ron.
Mi risa te contagia equivocada.
Me enamoro de ti cuando me tocas descalza.
Ámsterdam son nuestros dos tranvías cruzándose.
Los miedos del pasado no se curan.
Ni nos consuelan.
Tus piernas se alejan, tarde o temprano.
Y yo las miro.
El verano acaba veinte noches antes de que acabe el verano.
Por si acaso, no dejes de llamar.
Pero entrada la mañana,
sonámbulo,
adiviné una luz
distinta
en tu reflejo desnudo.
Una luz naranja
bajo la que existíamos y,
cegados,
de pronto
me besaste.
Y lo de siempre
y yo
perdimos el sentido.
© Pedro Letai
2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario