Contigo se fueron
el frío
y mis lágrimas vencidas.
Llegaste con fuego.
Dejaste una vela
en aquella plaza
que eran todas las plazas,
ventanas entreabiertas
al calor
donde ya nadie
hablaría de nosotros.
Te llevé conmigo
allí donde te pensé.
Soñé con tus labios
a la luz
de Madrid
y de Ámsterdam.
Te escuché
en Santander y en Rota.
Fuiste mis ojos
en cada isla
a la que fui
a naufragar.
Después del verano fatal
tu vela,
aún encendida,
no volvió
a preguntar por mi.
La vida
ya era tarde.
Ahora que te has bebido
mi sombra de cera
muero en los sitios
donde llevé tu recuerdo.
Muero al mismo tiempo
en el amanecer de un Madrid
que es Ámsterdam,
y en el mar de Santander.
Y en la bahía de Rota,
y en el salitre de cada playa.
Al volver
de morir en cinco vidas
vi que
todas las plazas,
a media tarde,
se habían quedado vacías.
En los puertos hoy
el mar se despierta
negro,
y solo
un barco delicado
zarpa a la deriva.
Seguramente,
si lo piensas,
soy yo.
© Pedro Letai
2011
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