Me dices que quieres casar
nuestros versos,
y yo te digo que eso
es jugársela
a doble o nada,
porque ni a Joaquín ni a mi,
aunque vivamos enamorados,
nos gusta el matrimonio ya.
Intentas casar
nuestros versos
y no lo consigues.
No se hizo la miel
del maestro
para la boca del aprendiz.
No más intentonas.
Y no más bodas
como aquellas
de Mallorca.
La de Joaquín,
la mía.
Tantas mentiras piadosas.
Tantas malas compañías.
Si yo volviera
a hacer aquello
solo sería
contigo o, como mucho,
como una inútil
traición contra ti.
A Joaquín le dan
las diez
jugando a los versos
de catorce.
A mi me dan
las once
y las doce.
Y la una
y las dos
y las tres,
y no consigo
siquiera sentarme
en la sombra
de un bombín
que me queda ya
demasiado grande.
Tú has vivido
un verano entero
a medio camino
entre la nostalgia
y el recuerdo,
muy cerca de Joaquín.
Pero eso era antes.
Así que yo
me pongo digno
y te digo
que en tu presente
no cabe tu pasado.
Quema los barcos,
casi te suplico.
Suelta la cuerda
y empecemos de cero.
Tú me contestas
que llevas
todo el día
con las manos
escondidas
en los bolsillos,
porque ayer
en la 2 de mayo
arrancaste de cuajo
todo lo que habías sido,
y eso duele.
Como en
Just like a woman,
me haces perder pie
y tu metáfora
me empuja
y me tira
a media mañana
por la escalera
del amor sin careta.
Te pregunto
yo entonces
cuánto vale
ese verso tuyo
para empeñarlo
al mejor impostor,
que antes era yo.
Pediré a cambio
un cuaderno
en blanco
donde quepan
todos los poemas
que voy a escribir
para ti.
Y es que
es tan fácil.
Llegas y el otoño
no huele como antes.
Las lágrimas
no recuerdan
otras bocas,
son de emoción.
Las ojeras
no salen
de una oficina
o de un bar.
Son noches enteras
haciéndote el amor.
Entonces llego yo
y escribo este poema
rompiéndome la cara,
rompiendo con todo.
Mi futuro se escribe
con tu letra.
Mi pasado ya
no anda
por aquí.
Atrévete a pensar
en lo que significa
el verbo
nosotros.
Y llévame
contigo
al baile,
antes
de cualquier boda.