3.11.10

Última tarde con Itziar


Las fotos se velaron

y entonces no desvelaron

de qué color era nuestro amor

y dónde dormirá anidado

y si nos espera

o era un final declarado

aquella muerte en diciembre.

No desvelaban nada,

siquiera lo más inquietante,

tu preciosa mirada.


Para ponernos nombre

buscamos una historia

llena de pasión

y de coches vertiginosos

y de canciones

en nuestros labios

para los tiempos difíciles

y los atardeceres hermosos.


Tuvimos un banco,

como buenos enamorados,

y soñamos con atracar

el de al lado,

porque la nostalgia

a veces cambia de sitio

y no avisa

y el entendimiento se vuelve

duro, impreciso.

Y sufrimos un poco

los sentimentales,

porque es difícil

sentirse pasajero

cuando sólo pensarte

es todo él un te quiero.


Y te recuerdo

como si el estreno

hubiera sido mañana.

Te recuerdo en aquel

nuestro primer invierno

en medio de un frío de espanto,

con los besos morados

y las manos anunciando

que el próximo paseo

sería en solitario.

Eran las cinco menos veinte

en la melancolía

de lo que tuvimos y se nos iba.

Era tu pelo de princesa

triste y deshabitada

entre mis dedos de preso

condenado a tener que huir.

Era nuestra ciudad tan íntima.

Era nuestra tarde última,

tan nuestra,

tan última.

© Pedro Letai

2010

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