Anoche eras princesa
y yo te amé
por vez primera
porque así lo planeamos.
Y fuiste mujer de bandera
y bandeja de plata
con tus besos
de portal adolescente
y tu cuerpo, luz
al fin con ventanas abiertas
a ti y a mi.
Todos menos yo
habían vaticinado
el reventón del final,
justo antes de frenar.
Pero yo no lo vi venir
y te disfruté
abandonado a los rincones
a los que quiero huir
y al invierno sin alas,
brindando con tu auxilio
a mis temblores
e intuyendo que no,
que no tendríamos final feliz
si la traición no se rendía
a las estrellas
de tu Madrid.
Nos cruzamos
casi en la despedida
y aguantamos la mirada
hasta el final,
promesa de que era
la última ocasión
y de que acabaríamos
con esa última tónica
suavizando la pasión
del trago largo
que ya cerraba
nuestra historia
y todo aquello.
Y todo aquello de repente se perdió.
Desapareció y se fue llorando,
pintando de lágrimas
aquel vaso
de tónica y pasión,
nuestra mejor combinación.
Tras las máscaras
y los disfraces
que vistieron nuestra noche
sólo nos quedó
mirar de frente
a la verdad,
a la inmensidad
de tu distancia y mi estabilidad.
Será que,
como todos decían,
de tanto bebernos
algo hicimos mal.
© Pedro Letai
2010
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