21.2.11

El Sesenta y uno o la muerte


Treinta años ya de aquella cutrez tan insoportable del Golpe de Estado. Treinta años ya. Treinta años desde que te perdí, sólo cinco después de conocerte. Recuerdo con emoción aquel verano del 76 del que volviste a Madrid pesando treinta y cuatro kilos después de todo lo que nos amamos y de todas aquellas noches sin dormir.


Treinta años desde que sollozando por teléfono me dijiste que os ibais a Biarritz porque aquello se complicaba y tus padres estaban asustados. No te preocupes, te iré a ver pronto te susurró mi corazón roto, que desde ese momento sabía que te perdía en lo lejano, con un sueldo de profesor novel que no me permitiría pasar de Zaragoza.


Tus padres. Aquellos seres para mi tan oscuros que tantos malos ratos nos hicieron pasar. Les conocí una noche de verano, aún en Madrid antes de que se fueran de vacaciones. Una vichyssoise y una hamburguesa con berza que yo aderecé con mostaza mientras tu padre me hacía preguntas incómodas y tu madre callaba en un silencio sumiso.


Recuerdo también aquellos viajes nuestros en el Sesenta y uno, de Magallanes a Diego de León y tú siguiendo hasta Narváez. Aquel olor a perfume caro de las señoras ricas. Y tus manos. Y tu cuello.


Después supe ya muy poco de ti. Algunas cosas que me comentaron de cuando en cuando en el Schotis o en Casa Julián, con mejor o peor intención. Que si estabas en París, a donde siempre soñé con llevarte y nunca pude. Que si habías tenido un hijo o que si habías vuelto a Madrid con aquel heredero tan vicioso con el que salías antes de mi y al que siempre perdonabas porque era tu amigo de infancia. Nunca más te volví a ver, eso seguro.


Por eso me castigo pensando dónde estarás ahora, treinta años después de aquello, cuando la poesía de Valente ya no cura y nuestra tristeza es ya demasiado longeva. Veo en los periódicos a aquellos guardias civiles haciendo el ridículo en el Congreso y se me hiela la sangre pensando cuántas historias más habrán derruido con aquello. Cuántas biografías sacudidas. Cuánto amor adeudado.


Y cada tarde veo a lo lejos los autobuses y pienso que quizá simplemente te llevó muy lejos alguno de aquellos Sesenta y uno con olor a perfume de Hollywood. O simplemente te llevó la muerte.

©Pedro Letai

2011

2 comentarios:

  1. Y me encantaría que siguiera y siguiera hasta la página 500 por lo menos. Seguro que sería una historia para recordar eternamente. Qué bien escribes Pedro...Enhorabuena!!!

    ResponderEliminar
  2. Y mientras yo me estaba preguntando si al día siguiente habría examen de literatura... (que lo hubo, claro).

    ResponderEliminar