25.1.11

Eh, tú, ¡Salinger!


El invierno siempre llega sin acompañante. Y se inyecta el frío en nuestras venas, sin compasión. Y a veces no nos deja pensar. Pero este invierno llegó distinto. Se acabaron las largas tardes sin hacer nada y las terribles noches en vela. Se acabaron hasta los cigarrillos en la sobremesa. Lástima de prohibiciones.

Se acabó lo de encerrarse en el dolor, se acabó el vodka y lo del escritor maldito. Ser maldito es una mierda. Y, además, una mentira. La mentira más peligrosa.

Este invierno, me propuse una mañana, sería distinto. Y bajé a comprar El País y ordené los discos y cambié las sábanas. Y lavé la moto y mandé ese artículo que tanta pereza me daba terminar, y por el que tanto me insistían. Y fui a buscar a mi hermano al colegio. Tratando de hacer las cosas bien. Tratando de ser un hombre al fin. Nada más.

Nada menos.

Después, al meterme en la cama de sábanas frescas y blancas, vi a mi lado unos ojos pequeños pero bien abiertos y entonces me di cuenta de que este invierno, el del frío y la prohibición, había llegado además con acompañante.

Abrígate bien y demos una vuelta por ahí. Hace mucho frío afuera, me dijiste. Frío para quererse más, te guiñé.

Nada menos.

© Pedro Letai

2011

16.1.11

[Déjame convencer a tu labio inferior]


Déjame convencer

a tu labio inferior

en la confianza

de un paseo

o una balada

de julio

para el deseo.


Deja que mi mirada

te mire

y te pida

que me dejes entrar.


Deja que mi saludo

nunca conozca

tu adiós

ni tu marcha,

ni que en mi prólogo

nazca tu final.


Deja que mis recuerdos

sean los tuyos

y después los nuestros

y de nadie más.


Deja que mi realidad

se abra a la tuya

y te abrigue

en tu estrecho frío.


Deja que mi cuerpo

sea nuestro abrazo y,

en fin,

que tu labio inferior

sea infinito

e inmedible

en mi boca

y mi hambre de ti.


Convéncete de

todo eso y

del azar

y mis pisadas,

que pisan

para serte estela

y que te sostengas

en mi.

© Pedro Letai

2011

10.1.11

Sotogrande y las cosas bonitas


Aquí, a la intemperie, como si fuéramos perros. Hay que ver” – me dijo el tipo que me había dado fuego, con los ojos inyectados en algo que me pareció que olía a White Label y una pinta muy poco fiable, pero conmovedora en algún punto.


Sí, ahora también nosotros somos yonkis, supongo. Pero bueno, nos hemos tomado un pescado de puta madre y aquí estamos, a trece grados y en enero. En Madrid deben de estar peor. Y mire al fondo, el mar”.


“Ya, bueno, yo estoy acostumbrado a lo del mar. Llevo aquí más de treinta años. Tú serías un bebé, imagino.”


No había nacido” – le sonreí.


Pues fíjate”.


Y un silencio prolongado. Calada tras calada. Salió una mujer, también borracha. Después volvió a entrar en la tasca y nos dejó de nuevo solos.


Sólo se puede fumar ya en casa, y en el coche. Y dale tiempo a lo del coche” - contraatacó mi nuevo amigo.


También en los manicomios. Quizá deberíamos pedir el ingreso voluntario y seríamos felices. Te hacen la comida, te dejan tranquilo y fumas lo que quieras” – bromee un tanto macabro.


Y su cara se ensombreció, sin perder el brillo etílico.


Yo ya estuve en uno de esos. Tafalla, 1982-1986”.


Eso está en Navarra” - templé.


Así es. Fíjate, han pasado ya más de veinte años”.


Me acabé el cigarro.


De todo hace ya veinte años. De todo lo bueno por lo menos” – el tipo me miró sorprendido. – “Ya sabe, Fleetwood Mac por ejemplo”.


No sé qué es Fleetwood Mac” – me respondió él – “pero suena bonito. No sabes lo bonito que era esto hace veinte años. Y lo bella que era mi mujer. Luego se fue con un inglés. Pero sí, tienes razón. Qué filósofo, niño. De casi todo lo bueno hace ya veinte años. ¿Quieres tomar una copa? Te la has ganado”.


No, muchas gracias” – reí. – “Me espera mi chica dentro. Creo que nos vamos ya”.


Vale maestro. Un placer. Nos volveremos a ver”.


“¿Usted cree?”


Desde luego. Quizá dentro de veinte años”.


Entonces me reí abiertamente.


“¿La quieres mucho? A tu chica, digo. Es muy guapa”.


Mucho. Es mucho más que guapa”.


Cuídala entonces”.


Claro. Un placer”.


La vi por el cristal mientras dejaba atrás a mi compañero de adicciones. Ella, que se había curtido poniendo copas en estas playas mientras todas sus amigas se casaban o iban a la Universidad, sonaba aún más bonito que Fleetwood Mac. Hacía ya casi veinte años de todo eso.


El próximo cigarro de su mano y paseando por la playa. No pensaba perderme un segundo de lo que me quedara a su lado. Ya estaba bien de tanto lastimarse de lo vivido, de tanto compañero de fatigas en el límite del sufrimiento, de tanto manicomio y de tantos ojos de whisky.


La vida era mucho más que todo eso. Y para mi de todo eso hacía ya casi veinte años. Suficiente.


La agarré fuerte y salimos de allí.

© Pedro Letai

2010

6.1.11

Lady Loquita


Dónde estarán

tu principio

y mi final,

los recuerdos,

los presagios.

Dónde han quedado

ahora que todo esto

ha ocurrido

y es verdad.

Ahora que acabó

nuestro naufragio.


Ahora que te busqué

y encontré

en la noche

jugando a

la falsa casualidad

de tus labios separados

en mi realidad.


Y ahora tu luz

es luz mía.


Lo que yo buscaba

nunca lo encontré

y nunca estaba el amor,

que era fugacidad

disfrazada de otra cosa

para cada momento.

Para cada escena

de aquel

nuestro amargo,

largo lamento.


Y ahora tu nombre

es el mío.


Si te esperaba

de siempre

nunca lo sabré.

Si fuiste sorpresa

en el silencio

la bendeciré

y te seguiré

igualmente temblando

en cada víspera

de amarnos.


Y si lo tenías

todo planeado,

dulce loca,

no me enseñes

tus cartas

y deja que mi cuerpo

te siga acunando

y que mi alma

me susurre

cada madrugada

que al fin te siente

y me evoca.


Si ahora en tu principio

encuentro mi final,

dulce loquita,

no dejes

que esto termine

y escucha

mi corazón,

ése que de tu mano

palpita.

© Pedro Letai

2011