26.4.10

Aterradora verdad


No es verdad, no digas eso.

No es verdad que sea todo mentira, que todo haya cambiado tanto.

Que ya no sonrías cuando te canto.

No es verdad y no lo digas más.

No me digas que ya no crees en el destino.

Háblame de las cosas de siempre, estoy cansado de escucharte eso.

De vivir vidas ajenas.

De habitar rincones extraños.

De extrañarte en cada rincón.

De ser ajeno a tu vida.

No digas que eso sólo pasaba porque éramos jóvenes.

No es verdad, vamos.

No es verdad que pase la vida, nosotros podemos volver atrás.

No digas que ya nada será igual, que no podemos olvidarlo todo.

No puede ser verdad.

No es verdad, claro que quieres verme.

No es verdad, no es verdad.

No he cambiado.

En mis sueños tú sigues teniendo veinte años.

Y sales del agua y estás enamorada.

Y tu pelo es precioso, como ahora.

Y hacemos el amor sin follar, como antes.

Como a los veinte.

Y me quieres incluso más que cuando me querías.

Y en mis sueños tienes veinte años pero el cielo es verde.

Y la montaña azul.

Porque algo va mal.

Pero en mis sueños te quiero y eso no lo puedo olvidar.

Y me despierto y ya no te tengo y te quiero igual.

Y es mi vida sin ti.

Y así cada día.

Y el cielo es siempre gris.

Y las montañas negras, gigantescas.

Amenazantes.

Y todo es de verdad.

Y me aterra, amor. Me aterra.


© Pedro Letai

2010

23.4.10

Réquiem por una Rolling Stone


Tu rostro mañana

lloraba veneno,

como lloran

los toreros

al entrar a matar.

Miras a tu vida

desde el disparadero,

cuando lo tenías todo

y te empeñaste

en hacerte polvo

por el descontrol,

por bebértelo entero

y por ser más lista

que nadie

y chulear

a los más gamberros.


Hubo un tiempo

en que todo los ojos

se inyectaban de ti.

Los del ansia,

los de la peligrosa adicción

y los del deseo

más sincero y obsceno.

Pero tú siempre igual,

todo por la borda

y esos tiempos

querida que no volverán.

Tocaba bordarlo

y poner la mano,

cobrarlo en crudo

y escapar.

Pero preferiste

dar la nota

y desafinar.


Ya no mendigamos

por tus besos,

ya no esperamos

tus desplantes

por consejos.

Ya no habitamos

tu mundo,

tu amanecer,

tus complejos.

Ya no nos contagias

tu desesperación

ni te ves tan linda

en los laberintos

de espejos.


Márcate un último baile,

si quieres con mi sombra

y mi sombrero.

Hace frío ahí afuera

pero la calle siempre

fue lo nuestro

y sólo es uno más.

El último

y prométeme

que te vas.


Así que aquí estamos,

el frac de un perdedor

y la novia de la muerte.

Frente a frente,

los dedos entrelazados

y el corazón

ya para siempre sedado.

Un último vals

y pelillos a la mar.

Que te vaya bien rubia,

espero no verte nunca más.


Vuelves a la estación

más fría,

a la casilla de salida.

A esperar a tu Rolling Stone.


Quizá fuera yo,

ahora ya qué importa

quiénes éramos

o a dónde vas.

Quédate con las vueltas

y con este último vals,

que es tu réquiem,

que es mi no va más.


Hagan sus apuestas,

damas, caballeros

de lo más sucio

del cobarde santoral.

Esto no ha hecho

más que volver a empezar.


© Pedro Letai

2010

15.4.10

Me cuentan que llueve


Dicen que a finales de semana dejará de llover. Dicen que nuestra relación tenía horario de oficina. Dicen que cada vez estás más triste y delgada. Dicen que ya no te llegan mis cartas, que el correo no marcha bien. Dicen que nunca volviste a cantar esa canción que apagaba tu madrugada. Dicen que leer ya no te interesa, que el escribir lo tienes abandonado, que el amar lo tienes olvidado. Me dicen y me cuentan de tus idas y venidas, de tus entradas y salidas, de tus victorias y derrotas. Dicen que nadie te cuidaba como yo. Dicen que no has vuelto a sonreír. Dicen que me echan de menos a tu lado. Dicen que vuelva pronto. Dicen que llame el domingo, que estarás en casa. Dicen que no pierda la esperanza. Pero lo que nunca me dicen es que ya ha dejado de llover, ni que tú has vuelto a necesitarme.


© Pedro Letai


2005

5.4.10

Con el bourbon nunca


Nos tomamos la última justo a dos manzanas de mi curro. Miré el reloj. 8.16. Me acordé de una peli en la que una rubia tonta decía que a veces era peor dormir una hora que no dormirla y, por supuesto, me acordé de Sabina cantando aquello de “nadie se ha muerto por ir sin dormir una vez al currelo”. Así pues, apuré el ron, me dejé invitar y salí para allá.

Llegué pronto y mal, los ojos ensangrentados tratando de esconderse tras el flequillo y los cuellos de alguna cazadora alzados, para que no se viera que repetía camisa. Y allí estaba el jefe, claro. Siempre el primero en llegar y el primero en irse. Siempre el número uno en hinchar las pelotas.

- - - Buenos días, Letai- Camisa Ralph Lauren impoluta y pies sobre la mesa.

- - - Buenos días, jefe- No me quedaba claro si el apelativo le tocaba las pelotas o le llenaba de orgullo. Pero me daba igual, no me salía otra cosa. Además, me jodía enormemente que me llamaran por el apellido, así que en paz.

De pronto reparé en que lo que leía no era nada relacionado con el último número de la revista, que había que cerrar en menos de dos días, sino un libro de horrible aspecto titulado “Más magia de la metáfora: relatos de sabiduría para liderar y motivar”. Automáticamente, ni que decir tiene, le perdí el poco respeto que nunca le tuve.

Cerramos el número y a la semana me enteré de que el jefe había convencido a cierto empleado desmotivado para que se dedicara una noche, en otro de sus negocios, a la venta agresiva de daiquiris a cambio de una caja de coleccionista de Jack Daniel’s. No está mal, pensé. Resultó que el compañero lo hizo bien y la multitud del garito se bebió el jueves noche hasta que amaneció, pero la caja era eso, una preciosa caja vacía. Ni rastro del amigo de Sinatra.

Aquella tarde, cuando el compañero me lo contó puteado, salí a la calle masticando muchos sueños entre dientes y pensando en que había cosas en la vida que merecían mucho la pena, como la hierba, que siempre crece, los hoteles solitarios o las minifaldas de las secretarias de los vendedores de seguros de la planta de arriba. Y había cosas que no merecían nada, como las camisas Ralph Lauren de aquel jefe, las canciones de Melendi, los innumerables mundiales en los que caíamos en cuartos o las infectas albóndigas de la cantina de abajo.

- Buenos días, Letai. Llegas tarde. Otra vez. Aún espero tu artículo sobre aquel grupo de mierda que tanto te gusta.

- Buenos días. No se preocupe, no me volverá a ver llegar tarde nunca más. Bueno, ni tarde ni pronto. Ni artículos. Ni ostias.

Al escuchar esto, huelga decir que los pies del tipo saltaron como un resorte hacia atrás.

- Pero ¿qué cojones dices Letai?

- Pues eso, que me las piro de aquí.

- ¿Alguna razón de peso para semejante estupidez, amigo?

- Muchas. Pero sobre todo que con la dignidad y con el bourbon no se juega nunca, amigo. Con el bourbon nunca. Eso debería ponerlo en esos libros de mierda que lees por las mañanas.

- No son libros de mierda, chaval. Son libros de autoayuda para hacer mejor a vagos como tú.

- Pues eso, libros de mierda.

Salí por donde había entrado y me encaminé al ascensor, enfundando la cuenta ajustada. Antes subiría a despedirme de Carmen, de seguros, que últimamente andaba tristona. Los dos necesitábamos una noche de excesos y salir de allí. Y mucho bourbon.


© Pedro Letai


2010

4.4.10

Piensa en Elvis


Cómo volaban las manos

de tu cuerpo al piano.

Cómo lo viví contigo,

cómo lo vi venir.

Como cuando

con los ídolos del barrio

salía hasta morir

pero luego había

que salir de allí…


Cabeza pequeña,

culito de ensueño,

sonrisas sin fin

debajo del ayuntamiento.

Planeando llevarte

al norte

sin saber tu nombre.

Tramando hacer blackjack

en un casino de provincias

sin notarios a la vista.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo

al que pides

que te quiera.

Esperaré sólo por ti.

Seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

por una noche junto a tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


Te mentían sin perdón,

la jugada más sencilla

para que fueras

su chica

y sentirse mejor.

Trata de arrancar

de ahí

te decía,

mi amor.

Quítate ese molde

que enloquece

a cualquier

tío cabrón.

Nada de eso

es para ti…


Y no más mañanas para mi,

no más arañazos

en parkings mojados.

No más absenta y descontrol.

No más combates

en Kinshasa

para morder el polvo

por un revolcón

separados.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo

al que pides

que te quiera.

Esperaré sólo por ti.

Seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

por una noche junto a tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


Me despertaron

dos ladridos

en medio

de aquel mogollón,

las sábanas frías,

tu ausencia

y el contestador,

matando ese final feliz

diciéndote algo

a lo Steve McQueen.


Quítate esas gafas,

quédate un ratito

y dime eso

tan sexy

“si piensas que todo

va mal,

cariño piensa en Elvis”.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo

al que pides

que te quiera.

Esperaré sólo por ti,

seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

por una noche junto a tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


Con ese mismo invierno

que tiñe

mis canciones de gris.

Cuando la tarde cae

sobre Madrid

y mi alma

cae derrotada

a los pies de esta ciudad.

Agárrate fuerte

y dame permiso

para despegar.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo.

Esperaré sólo por ti.

Seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

para dormir en tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


© Pedro Letai

Noviembre 2009