23.4.10

Réquiem por una Rolling Stone


Tu rostro mañana

lloraba veneno,

como lloran

los toreros

al entrar a matar.

Miras a tu vida

desde el disparadero,

cuando lo tenías todo

y te empeñaste

en hacerte polvo

por el descontrol,

por bebértelo entero

y por ser más lista

que nadie

y chulear

a los más gamberros.


Hubo un tiempo

en que todo los ojos

se inyectaban de ti.

Los del ansia,

los de la peligrosa adicción

y los del deseo

más sincero y obsceno.

Pero tú siempre igual,

todo por la borda

y esos tiempos

querida que no volverán.

Tocaba bordarlo

y poner la mano,

cobrarlo en crudo

y escapar.

Pero preferiste

dar la nota

y desafinar.


Ya no mendigamos

por tus besos,

ya no esperamos

tus desplantes

por consejos.

Ya no habitamos

tu mundo,

tu amanecer,

tus complejos.

Ya no nos contagias

tu desesperación

ni te ves tan linda

en los laberintos

de espejos.


Márcate un último baile,

si quieres con mi sombra

y mi sombrero.

Hace frío ahí afuera

pero la calle siempre

fue lo nuestro

y sólo es uno más.

El último

y prométeme

que te vas.


Así que aquí estamos,

el frac de un perdedor

y la novia de la muerte.

Frente a frente,

los dedos entrelazados

y el corazón

ya para siempre sedado.

Un último vals

y pelillos a la mar.

Que te vaya bien rubia,

espero no verte nunca más.


Vuelves a la estación

más fría,

a la casilla de salida.

A esperar a tu Rolling Stone.


Quizá fuera yo,

ahora ya qué importa

quiénes éramos

o a dónde vas.

Quédate con las vueltas

y con este último vals,

que es tu réquiem,

que es mi no va más.


Hagan sus apuestas,

damas, caballeros

de lo más sucio

del cobarde santoral.

Esto no ha hecho

más que volver a empezar.


© Pedro Letai

2010

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