
Tu rostro mañana
lloraba veneno,
como lloran
los toreros
al entrar a matar.
Miras a tu vida
desde el disparadero,
cuando lo tenías todo
y te empeñaste
en hacerte polvo
por el descontrol,
por bebértelo entero
y por ser más lista
que nadie
y chulear
a los más gamberros.
Hubo un tiempo
en que todo los ojos
se inyectaban de ti.
Los del ansia,
los de la peligrosa adicción
y los del deseo
más sincero y obsceno.
Pero tú siempre igual,
todo por la borda
y esos tiempos
querida que no volverán.
Tocaba bordarlo
y poner la mano,
cobrarlo en crudo
y escapar.
Pero preferiste
dar la nota
y desafinar.
Ya no mendigamos
por tus besos,
ya no esperamos
tus desplantes
por consejos.
Ya no habitamos
tu mundo,
tu amanecer,
tus complejos.
Ya no nos contagias
tu desesperación
ni te ves tan linda
en los laberintos
de espejos.
Márcate un último baile,
si quieres con mi sombra
y mi sombrero.
Hace frío ahí afuera
pero la calle siempre
fue lo nuestro
y sólo es uno más.
El último
y prométeme
que te vas.
Así que aquí estamos,
el frac de un perdedor
y la novia de la muerte.
Frente a frente,
los dedos entrelazados
y el corazón
ya para siempre sedado.
Un último vals
y pelillos a la mar.
Que te vaya bien rubia,
espero no verte nunca más.
Vuelves a la estación
más fría,
a la casilla de salida.
A esperar a tu Rolling Stone.
Quizá fuera yo,
ahora ya qué importa
quiénes éramos
o a dónde vas.
Quédate con las vueltas
y con este último vals,
que es tu réquiem,
que es mi no va más.
Hagan sus apuestas,
damas, caballeros
de lo más sucio
del cobarde santoral.
Esto no ha hecho
más que volver a empezar.
© Pedro Letai
2010
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