27.3.11

2Q


Se me quedó el coche tirado y acabé hablando con el gruista del ceviche ecuatoriano y de las cervezas en Sudamérica y de las mujeres de Guayaquil. Yo venía de dar una clase en la Universidad y él que me cuenta que su hijo no acabó ni el bachillerato y que después tuvo problemas con las drogas y ahora oposita a poli municipal en Segovia. De farlopero a madero pienso yo mientras miro el cuentakilómetros que no sube de ochenta y me relajo. No llegaré a tiempo para la comida de mi cumpleaños, así que a disfrutar de esos momentos surrealistas que la vida te regala aquí y allá.


Me da el sol en la cara y pienso en las vacaciones de verano que este año sí me apetecen después de tantos años. Salir de Madrid, perderme en un pueblo donde se duerma con manta, tomar un poco de distancia, apagar el odioso móvil y disfrutar de mi chica, que se ha convertido ya en mi única adicción. Después por la tarde mi socio me regalará un vinilo de Clapton y al ver una foto en la que salía con el viejo Cale se me erizaron los pelos y comprendí que alguna otra adicción seguía teniendo. Me llevaré a Clapton este verano.


Me gusta repasar lo vivido en mi cumpleaños y no en Navidad, como se suele hacer. Recuerdo mi tristeza a los 28, el relato tan triste que vomité hace ahora un año, las mujeres a las que conocí y no quise acompañar, las que no me quisieron acompañar a mi y el libro y los bolos con los chicos de la banda y las primeras clases, los nervios, la satisfacción y las 500 páginas que duermen en el cuatro de invitados donde nunca hay invitados.


Y todos los caminos que hemos recorrido. Los niños ponme un desayuno, que en realidad era un Larios con cola. Las noches sin dormir, los jefe ponme un Fanta, que en realidad era un Absolut tónica. Los códigos de nuestra vida y mi gente. Mis amigos. El gol de Iniesta. Las lágrimas.


Ya casi llegamos a Madrid, enfilando Moncloa donde muere la nacional seis. Como siempre le digo a mi hermano de vida, el novio de la rubia, este será un gran año. Y habrá problemas, muchos. Pero contra el destino poco se puede hacer. Salvo ser nosotros mismos.


Me siguen sobrando sueños y faltando dinero.


Y sigo soñando con ser de mayor un tahúr, un cacique o un contrabandista. Y nunca un líder.


Salud y un poco de veneno. Suficiente.


© Pedro Letai

2011

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