14.8.10

Poetas en fiestas


Ya casi amanece un día más. Mi barrio está en fiestas y sin embargo falta mucha, muchísima gente. Me crucé con un gaitero volviendo a casa y pensé que me estaba volviendo loco. Un gaitero en pleno centro de Madrid, a las siete de la mañana. Pero así era. El tipo pasó de largo y me miró de reojo, con el brillo de la madrugada nublándole la vista. No parecía sidra todo aquello.

Pensé en que la mayoría de gente que conocía estaba mucho mejor que ese gaitero y que yo. A punto de despertarse para desayunar en alguna terraza con vistas al mar. Quizá con su chica de una mano y con la del As de la otra, inmejorable combinación, Luego tendrían un día tranquilo y descansarían. Si eran muy horteras le llamarían desconexión. Si no, simplemente, disfrutarían del verano y de la brisa húmeda y de la cerveza fría del bar de todos los años.

Me quedé, yo sí, desconectado y sin la llamada que siempre esperaba y me senté en la acera a fumar un cigarrillo que ya no sabía ni a gloria ni a nada. Ni siquiera a nicotina. Me acordé mientras de que una buena amiga, años atrás, me había contado que en su barrio se enamoraban los poetas cuando había fiestas. Quizá ahora en mi calle pasase lo mismo.

El frutero de mi portal me llamaba “el poeta”, con mucha sorna, porque un día llegué a casa tan tarde que él ya estaba currando y tan borracho que antes de comprarle un plátano le recité entero “Contra Jaime Gil de Biedma”. Y él se reía y desde entonces me lo pedía siempre, le gustaba el verso de “¡si no fueses tan puta!”. Se reía y me regalaba un tomate grande y dos patatas para que me hiciera una ensalada reparadora. “Ponle dos de atún, poeta, ¡que andas muy flaco!”.

Así que los poetas de Lavapiés se enamoraban en las fiestas. En Santa Isabel esquina Salitre, en Buenavista, en las tascas. En las verbenas. Quizá, entonces, me tocaba a mi enamorarme ahora.

Pero amanecía y se acababan las fiestas un año más. El periódico de la mañana venía otra vez sin chica y yo seguía esperándote sentado en esa acera, que no es otra cosa que el borde inalcanzable de ti y de lo único que antes compartíamos. La felicidad.

© Pedro Letai

2010

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