19.8.10

Templar y bailar


"Nada, y luego sacó la guitarrita, cerró por dentro y estuvimos ahí cantando flamenquito como hasta la una y media, que yo me fui porque estaba cansado" – dice el tipo por el móvil mientras pasea a su perro a cuarenta grados, con gafas de sol y con una resaca como un piano de cola. La mujer, cornuda y mentida, pero sabida, le corta seco al otro lado de la línea. O eso me imagino yo.

Después imagino lo de siempre. Lo perdedor que soy, las chicas malas que había conocido, siempre con buen corazón, las chicas buenas que había encontrado, siempre con entrañas de serpiente, las cajetillas de Chesterfield, Bob Dylan, los amores eternos que duran cuatro años, la depresión de Rocío, las ciudades oscuras, las historias pasionales, las tardes encerrado en casa, un salón sin luz, dos entradas, la nostalgia, la tristeza. Dylan.

Y aquella tarde con mi chica en el parque, todo violeta. Ella me dijo que para ella lo único en la vida era bailar. ¿Y yo? ¿Acaso yo le importaba algo? Supongo que tampoco teníamos mucho futuro. A ella le gustaba Justin Timberlake. Qué falta de respeto. A mi, por aquel entonces, me parecía que Cameron Díaz tenía un polvo impresionante. Qué atropello a la razón.

Y mi amigo, con una camiseta que ponía Italia, con dos botones abiertos dejando entrever su cadena de Comunión, delgada y dorada. Qué horterada. Contándome cómo su novia lloraba porque no le venía la regla y pensaba que estaba embarazada y cómo a él se le partía el corazón cuando ella lloraba y cómo se casaban en diez días. Y yo no entendía nada, porque casarse es horrible, habría que llorarlo sin parar, y tener un hijo en cambio ha de ser maravilloso. Pero en fin, era mi amigo y como tal le quería.

Desde entonces Madrid. La hipocresía de la izquierda casposa y siniestra madrileña, en los círculos literarios en los que me movía. Cuatro tíos en un cafelito, bebiendo cosas con tónica, hablando de horteradas y de Artaud y de Puerto Urraco. Inaguantable.

Necesitaba desesperadamente salir de todo eso. Del flamenquito, la infidelidad, el ex novio de Britney, Britney, las cadenas de Comunión y los horteras. Sólo me valía lo de ver a tu chica llorar y que se te parta el corazón. Eso claro, siempre. Pero el resto no.

Y volver a aquella tarde con mi chica en el parque, todo violeta. Y volver a su piel, mi temple.

Un whisky con hielo y aquella tarde con mi chica en el parque.

© Pedro Letai

2010

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