22.3.10

Migrañas y perfección


Atrás quedaron los años de oscuridad ruidosa, depresiones constantes y mezclas de pastillas mal recetadas con bourbon en petaca de cuero. Atrás un frío invierno en el Chicago de 1994 en el que cuatro chicos decidieron que ellos se encargarían de cumplir. Y de ahí el “we will comply” y de ahí la horterada del “we will co” y después la extrañeza, hoy simple y maravillosa, de Wilco. Ya por aquel entonces, cuando cuatro jóvenes planearon una banda de raíces country, decidieron contar con un violinista en sus filas. Se avecinaba algo original, diferente. Nacía en la música de finales del Siglo XX algo genuino y grande.

Ha quedado atrás también aquel 2001 en el que, ya con el multi-instrumentista Jay Bennet con ellos y algunos discos publicados, compusieron su primera e indiscutible obra maestra, el Yankee Hotel Foxtrot, un punto de inflexión de once pisos que se convertiría en imprescindible tiempo después, pues al principio tan solo atrajo problemas para la banda. Las constantes peleas entre Bennet y Jeff Tweedy, atormentada alma mater y Gran Capitán del equipo, derivaron en la marcha del primero del grupo y en la expulsión para Wilco de su compañía de discos. Ante lo sublime de la construcción, en la discográfica se quedaron con lo ensordecedor de algún corte y con las rencillas internas. Se buscaban radiofórmulas y canciones pegadizas, y estos tipos no ansiaban que les tarareáramos en la ducha. Borrón, pues, y cuenta nueva.

Así pues, manos a la obra y a ajustar esas cuentas sin concesión. Desde entonces nada se ha dejado a la suerte ni ha vuelto a ser igual. Desde entonces los Wilco saben dónde está el tesoro pero no tienen prisa por enseñárnoslo de una vez. Bennet y Tweedy siguieron caminos diferentes, cada uno trabajando incesantemente, como siempre, pero por su lado. Bennet murió el pasado año mientras los Wilco tocaban en Málaga. Tweedy dedicó a su memoria el espectáculo y nunca más hizo mención alguna al fallecido. Se rompió una página que él hacía tiempo había pasado y que no le quitaría un segundo de concentración en su cometido, liderar la mejor banda del mundo. Sin pretensiones comerciales, sin querer llenar estadios o alcanzar el número 1, pero sin renegar de la perfección constante. Ni los Radiohead americanos ni nada que se les parezca. Los mejores del mundo, sin más.

En el camino hacia la gloria sin soberbia se han encontrado de todo. Expulsiones, desastres comerciales, constantes cambios de formación, ingresos de su líder en clínicas rehabilitadoras por su peligrosa adicción a las pastillas contra sus migrañas crónicas y un sinfín de sucesos que a más de uno le habrían hecho perderlo todo por mucho menos. Pero Tweedy, quien dijo un día sentirse capaz de ejecutar uno de los mejores conciertos de rock de la Historia pero que no lo haría jamás drogado, ha sido fuerte y ha seguido tirando del carro. Dejó el cadáver exquisito de sus primeros discos para empezar a firmar unas letras apabullantes, tras las que se esconden Henry Miller, Bob Dylan y un toque terrenal que le hace ser también cercano en su dosis perfecta. Capeó el temporal de su dependencia, se centró en su familia y sobrevivió a la muerte de su querida madre con los soberbios Sky Blue Sky primero y Wilco (the album), impresionante última entrega, después.

Hoy por hoy están en la brecha, todo el mundo les aclama y hasta el Premio Nobel de la paz les escucha en su iPod. Aún así, procuran no perder su ello, su estudiada discreción y su precisión. Siguen tocando en recintos pequeños, Tweedy sigue parco en palabras y fabrican música perfecta sin que sus fans tengan que insistir en ese tema mítico que cierre sus shows, porque no lo tienen. A Nels Cline, guitarra solista incorporado en 2004 procedente del mundo del jazz, se le fue la mano entre tanta perfección contenida y nos regaló un solo sobrenatural en un Impossible Germany en el que podríamos refugiarnos durante días enteros, pero sigue colándolo de rondón en su repertorio sólo un día sí y tres no, para no apabullar. Desde el centro del escenario Tweedy, el líder, lo mira maravillado y luego vuelve la cabeza con aire desinteresado para atacar la siguiente epopeya. Sabe que lo que acaban de hacer es pura fantasía, igual que sabe que le duele tanto la cabeza que un día le estallará. Pero en ser comedido residirá por ahora su secreto. Y luego otro álbum más y la sensación de que su madurez les ha acercado a una excelencia que no quieren traspasar bajo ningún concepto.

© Pedro Letai

2009

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