4.4.10

Piensa en Elvis


Cómo volaban las manos

de tu cuerpo al piano.

Cómo lo viví contigo,

cómo lo vi venir.

Como cuando

con los ídolos del barrio

salía hasta morir

pero luego había

que salir de allí…


Cabeza pequeña,

culito de ensueño,

sonrisas sin fin

debajo del ayuntamiento.

Planeando llevarte

al norte

sin saber tu nombre.

Tramando hacer blackjack

en un casino de provincias

sin notarios a la vista.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo

al que pides

que te quiera.

Esperaré sólo por ti.

Seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

por una noche junto a tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


Te mentían sin perdón,

la jugada más sencilla

para que fueras

su chica

y sentirse mejor.

Trata de arrancar

de ahí

te decía,

mi amor.

Quítate ese molde

que enloquece

a cualquier

tío cabrón.

Nada de eso

es para ti…


Y no más mañanas para mi,

no más arañazos

en parkings mojados.

No más absenta y descontrol.

No más combates

en Kinshasa

para morder el polvo

por un revolcón

separados.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo

al que pides

que te quiera.

Esperaré sólo por ti.

Seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

por una noche junto a tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


Me despertaron

dos ladridos

en medio

de aquel mogollón,

las sábanas frías,

tu ausencia

y el contestador,

matando ese final feliz

diciéndote algo

a lo Steve McQueen.


Quítate esas gafas,

quédate un ratito

y dime eso

tan sexy

“si piensas que todo

va mal,

cariño piensa en Elvis”.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo

al que pides

que te quiera.

Esperaré sólo por ti,

seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

por una noche junto a tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


Con ese mismo invierno

que tiñe

mis canciones de gris.

Cuando la tarde cae

sobre Madrid

y mi alma

cae derrotada

a los pies de esta ciudad.

Agárrate fuerte

y dame permiso

para despegar.


No quiero dormir,

quiero escucharte otra vez.

Quédate conmigo,

pasa de ese mejor amigo.

Esperaré sólo por ti.

Seré tu puente de plata,

tu cable a tierra

para dormir en tu nariz.

Quién me llevaría

hasta ti,

quién me sacará de aquí,

compañera.


© Pedro Letai

Noviembre 2009

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