5.7.10

La chica de alguien


Cuando la conocí lo primero que pensé es que debía de ser la chica de alguien, porque era maravillosa. Resultó que no, que estaba sola en la ciudad y que además venía de pasarlo bastante mal, como todos. Nos hicimos algo parecido a amigos, sin ocultarnos una enorme y mutua atracción, compartimos muchas risas y alguna lágrima al pasado y acabamos haciendo el amor un fin de semana entero de un mes de mayo. Yo la llegué a querer mucho y habría hecho cualquier cosa por ella. Envolver con cuidado un amanecer y regalárselo, dibujarle mi corazón en su ventana, lo que fuera. Pero un día, un otoño, desapareció. Y no volví a saber de ella. Hasta anoche.


Con el tiempo acabé convenciéndome de que había sido mejor así. Fue un dolor seco y que se metía por los huesos, pero era un dolor franco, un dolor absoluto. Sin vuelta atrás. Un dolor que te miraba a la cara. Y me gustó que así fuera.


Cuando ayer la vi, en el asiento 7 de la fila 7, pensé exactamente lo mismo de aquella vez, porque me pareció igual de maravillosa. Sólo que esta vez acerté y al mirarla dos segundos comprendí que, ahora sí, se había convertido en la chica de alguien. Y yo en nadie.

© Pedro Letai

2010

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