
En la terminal
de los vuelos
que nunca salen
tuve tiempo
de recordar
sin la pluma
del olvido,
lejos del humo
prohibido.
El cristal
sólo traía sombras
detrás,
con esos pájaros
de hierro,
cansados de tanto esperar.
Quería una
canción del pasado,
sólo unos segundos más.
Sólo recordar.
Y en esos segundos
paseé por mi barrio
y recordé a la rubia
de los cursos de verano
a los que todos
queríamos ser castigados
por no estudiar,
para poderla amar.
Recordé los partidos
en la calle
y el día en que nació
mi hermano.
El vuelo no va a salir,
lo sabemos todos,
no os enfurezcáis.
Este año tampoco
ganaremos el mundial.
Mundiales de sueños rotos
eran los que ganábamos
siempre nosotros.
El amor imposible,
la chica americana
y los desayunos
sin dormir
ni olvidar
el periódico de la mañana.
La camarera
de comida rápida
que algún día caería
y el limpiabotas
del cine Avenida
son sólo recuerdos vagos.
Muchos aviones
tendría que esperar
para recordar con facilidad.
Y sin embargo,
una vez más,
no paso un día sin olvidar
tu cara, tu amor
por el límite
y los bares sin gramola.
Las tarjetas denegadas
y esas noches
en las que ni una cerilla
podías prender
si no querías verme arder
y quedarte sola.
Me voy,
para qué esperar
más aquí
si este avión
me recuerda a ti,
que jamás me dejaste volar
lejos del ardor
incrustado en
lo que antes
era un corazón.
Recordar y recordar
sin recordar cómo olvidar.
Así una vida entera,
así un infierno eterno,
contigo en cualquier otro lugar.
© Pedro Letai
2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario