28.5.10

Blues lento de botas y TV



Hacía tiempo ya que no me gustaba mi estilo. Y mi estilo antes me encantaba.

Paso las horas viendo Eurosport, donde se pueden encontrar cosas tan impactantes como un tipo del que dicen es el más fuerte del mundo. Sin duda da miedo. Da miedo su musculatura y su cara de vida vacía. Sobre todo eso. Quizá, de todos modos, sea un tío feliz, o al menos más feliz que yo. Probablemente él esté contento con su estilo.

Debajo mío viven tres chicas jóvenes que durante un tiempo fueron mi única ilusión. Una mañana me dijeron que planeaban hacer una banda y que por qué no les echaba un cable. Les dije que yo no era músico y me dijeron que les daba igual, que siempre pensaban que yo escuchaba muy buena música. Eso es verdad, aunque dejo mucho que desear como vecino y por eso ellas y todos los demás conocen la música que escucho. Y a las horas en las que la escucho. Resultó que en el segundo ensayo aparecieron vestidas de camuflaje y con una coreografía preparada.

"Pero esto no es nada rock"- les dije.

"Ya, pero tendrá éxito, es comercial. Además mira a Carmela, se parece un montón a Megan Fox. Y eso es bueno, ¿no?"

"Sí, claro- mentí en voz alta.- Además Megan Fox está muy buena."

Así acabó mi vocación frustrada de road manager de las vecinas galácticas. A parte de esto, que no tiene ningún interés, os puedo decir que odio a los tunos, el tunning y las galas de fin de año, aunque me encanta ver los campeonatos de saltos de ski cuando al fin me quedo solo en la primera mañana de enero.

Hablando de Año Nuevo, este 2010 decidí estrenar mis botas nuevas. Las botas también me encantan, y éstas las había comprado para subir al cielo. Tal cual. Sabía que en este viaje nadie me esperaría y yo acabaría por hundirme solo en casa si no lo hacía. Mi chica pensó que iba en broma, aunque luego siempre me decía aquello de

"Ya sabes cariño que yo siempre estoy segura de ti".

Nunca supe exactamente qué quería decir eso, pero me encantaba en ella. Su seguridad en mi. Incondicional, irracional. Fuerte como ella. Absurda como yo.

Nunca tampoco llegué al cielo, es evidente. Acabé por destrozar lo poco que me quedaba levantando el teléfono una tarde, cansado de ver en la tele a terroristas vestidos de traje y corbata y a rubias platino que se ponían de moda con un montaje y un bisturí. Y no pude ya con nada más.

"Sólo te quería decir que no volvieras a pasarte por aquí, ¿vale?"

Y me sentí un hijo de puta, un mierda. Y nunca más me gustó mi estilo.

A la mañana siguiente estrené mis botas para bajar al infierno. Con más barro que gloria bajé a comprar el pan y de paso conseguir los diarios, donde intenté leerla sin conseguirlo. Conmigo no funcionarían las drogas como no funcionó aquella psicóloga, que estaba más loca que yo y que además resultó que besaba fatal y era mala en la cama.

Mi vida iba a empezar a transcurrir entonces entre el cielo y el infierno, en la indefinición más absoluta. Como en un blues lento. Tramando tácticas en la oscuridad, entre dudas y precipicios. Y probablemente entre mucho alcohol. Aborrecería a los figurines que marcan abdominal en gimnasios caros y engañan a sus mujeres desde sus coches horteras. Pero el mundo era suyo. Hasta ellos tenían estilo, claro que sí.

Me acordé entonces de Johnny cogió su fusil y de las minifaldas que se ponía la que ya no era mi chica. Puse el aire acondicionado y se fue la luz. Pero todo muy lentamente. Me tendría que acostumbrar.


© Pedro Letai

Diciembre 2009 y mayo 2010

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