
A Fito Páez
Focos de neón
sobre la bailarina
del cabaret.
Una electricidad
que se lo llevaba todo
por delante
entre gritos de tipos
con ojos rojos
y corbatas mutantes.
Soñaba con llenar teatros,
con Hamlet
y con dejarse siempre ver.
Ocultaba como nadie
esas marcas en la piel
de tarifas impagadas
y frustraciones contra la ventana.
Tu hombre tampoco vendrá hoy,
no le esperes al amanecer
ni pienses qué más
puedes perder.
Ya pasó la hora de vencer.
Novia de la noche,
mañana él no estará
pero vendrán otros
y bailarás igual,
con la sonrisa dibujada
sin ganas ni carmín.
Mañana no estará
y echarás de menos
su olor a carretera y hollín,
a disparos de ginebra, náuseas
y grasa seca en la guantera.
Me abrió su cajita
de pastillas de colores
en un paseo por las afueras,
sonrió y se echó atrás
al ver que no podía
dejarlo sin más.
Yo ya no la volví a creer
ni a esperar escondido
a la salida
de su bata y su satén
después de bailar,
antes de amanecer.
Supe que
sigue brillando
en la oscuridad
y enamorando
al personal,
y así una vida entera.
El negligée violeta
y la mirada quieta
cuando sacan la cartera.
No pagues con tarjeta
me decía,
te la robarán.
Llévame otra vez
a las afueras
e invítame a cenar,
pediremos otra botella más
y lo pasaremos bien,
te gustará.
Y luego cada tarde
la hora de volver
a la vida de verdad,
de citas sin cena,
de noches sin vela.
Era la estrella, los polvos,
los croupiers, aquel speaker,
señores y señoras
bienvenidos
una noche más
al paraíso terrenal
de las chicas y el festival.
Cuarenta grados
y tres hielos
es el disfraz
de este carnaval.
Paguen con tarjeta,
déjense querer.
Pónganse cómodos
llega ella,
la auténtica reina
del Folies Bergère.
Ya pasó la hora de vencer.
© Pedro Letai
Agosto 2007 y mayo 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario