
Un huracán de metal
para la noche del lunes
en el Central.
Y entonces un grito agudo
de golondrina que trata de escapar
a otra celebración,
a otra cita
con la odiosa perfección.
Me habría quedado
para siempre
disfrutando de aquella explosión,
dorada y agotadora
como tu pelo
y tu charleston.
De dónde sales,
pienso.
A qué tormentas,
a qué mareas
te enfrentas.
Te has tenido que ir
muy lejos
de todo
para darte cuenta.
Me hurgaste dentro
sin anestesia
y sin dolor.
Con la dulzura
del salitre y el calor,
hasta que nada dolía
y me cambiaste
por completo
el paso
y la respiración.
Haciendo el amor
a tu saxo
en medio de toda aquella contención
buscaste en tus recuerdos
esos besos
que antes prendían la luz,
la pasión.
Encendiste mi barrio
donde hacía tiempo
los plomos se habían fundido.
Como una Diosa del viento,
viento que te arrancó el vestido
en aquella actuación.
Viento que te sacó de mi
y te encerró en mis sueños
más descarados.
Sueños para correr
nuestros riesgos favoritos,
nuestros riesgos calculados.
Riesgos para perder la cuenta
y devolverte a ti, mi artista,
a aquella marea que habitas,
a aquella metálica tormenta.
No sin antes robarte un bis
y llevarte a una playa
donde ser yo tu viento,
tus aplausos,
tu mar y tu muerte.
Tu belleza de metal recubierta.
© Pedro Letai
2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario