
Perdido en una ciudad
entre tranvías y deseos
llegó la madrugada
y luego otra mañana más,
en la que perderse detrás del mar
esperando que el sol no te encuentre,
esperando que el dolor no despierte.
Así he pasado las horas,
los días, los meses.
Buscando un sello
que envíe una postal
de amor.
Tratando de encontrar dónde recuperar
parte del tiempo perdido,
tratando de alargar lo posible
el penúltimo recorrido.
Las calles se dibujan estrechas
a mi espalda
y el asfalto arde bajo tus pies,
lejos de aquí.
Nunca imagino un nombre de mujer
al que pueda querer.
Nunca encuentro nada que hacer,
salvo recordar, tal vez.
Recordar quién eras
y dónde estabas
cuando te dejé allí dormida,
aquella mañana,
bajo una sábana que
olía a despedida.
Demasiado pronto,
demasiado tiempo.
El correo no llega,
los teléfonos no suenan.
Estoy en otro callejón agotador,
a millas de aquel salón
de corbatas, sin nada alrededor.
Suena una melodía inconfundible
que me lleva otra vez allí.
El cigarro se acaba,
sonrío sin mirar.
Sólo es un disco rojo,
sólo es una chica a cientos de kilómetros.
Aún puedes viajar.
2006
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