14.9.10

Gaviotas en cuatro estaciones


Las terrazas de verano,

las parejas malvividas,

el dolor,

los calendarios.

Según los días

se dibujan versos

para enrojecer

a la chica del 99,

que confía en su noventa

pero sufre con el diez que se le escapa.

Que se baja en Atocha siendo no tan rubia

y recibiendo algún golpe que es propina

y es infiel y es resaca tardía,

inmerecida, cruel.


La sinceridad te lleva

a confesar,

sastre de sentimientos,

una incomodidad

que es deseo

vestido a tu antojo para disimular

un corazón que escondes y no veo.

Vives miedo a hacerme daño,

tú, testigo invitado a mi fragilidad,

que apenas sabes cuál es mi fiesta

o si vengo de morir en vida,

tú, que te precipitas

al desengaño como fácil salida.


Se prologaba todo este silencio

¿te acuerdas ahora?

en los cuarteles

del invierno.

Cuando tú eras dulce,

cuando amabas,

cuando te querían,

cuando el amor y el sexo suave

dormían en tu cama.


Pero la vida gira

de repente

desatando en sus vueltas

calles que no ves,

ventanas que te desorientan.

No es el alcohol,

no temas.

Son gaviotas, amor,

gaviotas en primavera.


Y casi en el cielo

un beso perdido,

una oportunidad

de bailar efímero en tu cintura.

Cuando no sepas qué hacer

vente conmigo,

qué importa la locura.

La vida son

las cosas de verdad,

los riesgos, la altura,

y no lo de siempre,

no lo fingido y lo cobarde,

lo sencillo,

lo que siempre tiene cura.


Después la noche,

de perros, oscura.

Impone el insomnio

y mis miedos a una calle vacía,

vecina de tu armadura,

invencible, mentira.

Y lo que viene,

el temor, la duda.


Y todo lo que nos trajo

hasta aquí.

Tus pasos, el cine,

el ron más caro del lugar,

el otoño, la luna.

© Pedro Letai

2010

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