4.9.10

Historia del vodka


Septiembre, locura ordinaria. Te estalla la cabeza. La Novia está guapa, mucho, aunque con el pelo recogido, como todas. Qué manía.

Se detiene todo entre tanta ceremonia y me invaden sus recuerdos. Ella creció entre las flores más salvajes, en un barco en mitad de algún océano. Mató las horas hasta que encontró ese lugar en el que sentirse libre. Y entre tantas horas muertas, en algún punto de aquellos mares, en el más revuelto, me encontró por un tiempo. Debería darle las gracias a Dios por haberse librado de mi, aunque eso a ella nunca le gustó. Ni Dios ni el librarse de mi. Y ahora mírala. Librándose de mi para siempre y supuestamente delante de Dios y que no lo separe el Hombre y en la salud y en la enfermedad y demás pamplinas y mentiras. Y se vuelve a parar el tiempo.

Escápate lejos, la animé después mientras llorábamos en aquel coche frente a su casa. Búscate un buen amante y aterriza en un lugar nuevo y brillante. Nadie es comparable a ti y tú lo sabes. Siéntete libre y olvida el amor y todas nuestras mierdas por un rato. Que no se te haga tarde.

Siéntete libre y déjalo todo atrás.

Y así lo hizo.

Siéntete libre pero no te separes nunca de mi, tendría que haberle pedido. Pero no me atreví. Y ahora ella está ahí, tan guapa, con aquel amante que encontró lejos de aquí y escapándose, ahora sí, hacia un lugar nuevo y brillante. Para siempre.

La Novia y septiembre, parece que nunca llegaríais. Me va a estallar la cabeza. Después, quién sabe. La vida esperándonos ahí afuera. Y eso sí que es duro.


© Pedro Letai

2010

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