27.9.10

Tokio y el amor moderno


Tokio, imposible.

Copenhagen, no creo.

Doce horas en un instante,

fugaz destello,

duro y breve instante.

Inútil ya la queja,

improcedente tentación

del eterno perdedor,

promesa de nada,

derrotado aspirante.


Tokio, imposible.

Vengo haciendo inventario de

lugares propicios al amor.

Después encuentro la terminal de la nada,

salidas, llegadas,

vacío atroz.

Entonces el mundo

me inquieta,

se me hace inquietante,

me despierta inexistente sin ti.

Todo se extiende

detrás de tu sonrisa

y lo que ahí no cabe

(y yo quiero caber)

no vale ya para mi.


Corazones huecos,

abandonados.

Los escuchamos, olisqueamos,

usamos y después,

destrozados, inservibles,

los tiramos.

Amor moderno, derrotado,

negado a la verdad

de lo tierno

y sobrecogedor.

Muriendo siempre

en una esquina cobarde,

saldo vendido

de camino

a Ribera de Curtidores.

En la orilla

de lo serio y lo valiente,

escuchando las prisas, el ruido,

el espanto, la gente.

Los demás, los rumores.


Domingos para llorar,

Tokio, imposible.

Tedio, crepúsculo,

invierno

en cualquier parte

para los que se ven solos

cuando pasa la tarde.

Falda y capital de provincia,

pueblo perdido

que es tu biografía conmigo.

Mujer tranquila,

pistola en la mejilla

de tigresa y rubia platino,

como cuando soñabas y leías

lo que llamaban amor,

como cuando eras niña.

Las cosas no eran así,

eran mentiras.


Tu mano amada,

la encontré,

aquí me quedo.

Y que el mundo se extienda

de Tokio a Copenhagen,

de Buenos Aires hasta aquí,

inquietante, siniestro.


En ti me quedo

y nada de allí fuera importa,

sin embargo,

si es tu sonrisa

la que calla mi llanto.

Si es tu piel

mi colchón,

que hace de manto

de mi antiguo corazón,

luchador ensangrentado

que busca la verdad,

tus besos,

huir del espanto

y morir de placer

en tu boca

después del infinito dolor.

Después de tanto.

© Pedro Letai

2010



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