
Ella llegó aquí un año de repente,
cuando yo me preguntaba si mi rostro
era mi rostro
o era otra batalla perdida,
otra más,
contra la pasión demolida.
Ella era la sombra hermosa
de la vida y de mi calle,
pero se fue fugaz,
en una espantada temprana,
imprecisa, cobarde.
Precisamente le traicionó
el pasado,
que ella vestía de futuro
y de mis heridas
y de mi suicidio
en vida.
Le traicionó y le cegó
su medianoche,
callejón sin salida
que no era mi tristeza
sino de lo que ella venía.
Me dejó mudo
porque yo soñaba
con regalarle París
y ser feliz
en el mapa de su cuerpo,
que yo quería memorizar
y que ahora no es sino lejano desierto.
¿Quién eres tú?
Alegre, levantada,
ahora enfurecida.
Nada es verdad,
nada de lo que decías.
Sólo es verdad
tu presencia, constante
entre mis cosas
y tu recuerdo, desbordante
en mi alejada memoria.
Hicimos el amor
al poco,
una vez,
nos pusimos de acuerdo.
Yo esperaba después
sin prisa en la esquina.
Pero tú, 1977,
oscura reina,
ya estabas de despedida.
Tiempo y lugar
nos hicieron coincidir.
Una aventura en la ciudad
y después te vas perdida
sin saber si regresar,
sin saber a dónde ir.
Y en cada regreso,
que sólo es en mis sueños,
aparece tu suave boca
y me despierta con un beso.
Y me destroza la cama,
me atraca la vida sin ti,
me sabe entero a ti,
maldita loca.
© Pedro Letai
2010
Cuando te leo, a menudo me quedo sin saber qué decir...este poema me duele, como algo vivido demasiado dentro y demasiado cerca.
ResponderEliminar¿Por qué será, que además de todo esto, siempre debemos entender?
A veces es desesperantemente triste.
Un beso, Pedro
Gracias Animia...
ResponderEliminarImagino que te duele porque las experiencias son parecidas. ¿Sabes? Creo que a veces no hay que tratar de entender, es un partido perdido y es mejor no jugarlo...
Como todo, fácil de decir, pero nada más.
Y luego el devastador dolor. Sin entender nada, lo peor.
Beso grande,
PL